En este capítulo tenemos una revelación de las costumbres que prevalecen en la casa del rey. Podemos leerlos con agradecimiento de que dondequiera que hayan operado las fuerzas purificadoras de la religión revelada, se han vuelto imposibles para siempre.

En medio de esta historia, Mardoqueo aparece en escena. Viviendo con él estaba su prima, a quien había tomado por su hija. En cumplimiento del decreto del rey, fue llevada al palacio real en compañía de las doncellas. La acción de Mordecai en este asunto es cuestionable. Su amor por Esther era evidente, y la imagen de él caminando ante el patio de la casa de las mujeres indicaba su continuo interés en ella.

Uno solo puede esperar que su presencia allí no se deba a sus planes de lugar y poder. En cualquier caso, su consejo de que no traicionara su nacionalidad era cuestionable, ya que su posición en la corte del rey corría un grave peligro para una hija del Pacto. Su belleza capturó al rey y fue nombrada reina en lugar de Vasti. Su presencia en el palacio fue parte de ese proceso por el cual el Dios dominante preserva a su pueblo y frustra al enemigo. Esta anulación es aún más notable si la acción de Mardoqueo fue la de intrigar.

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