Continuando con el movimiento hacia afuera de la descripción del Arca como centro, tenemos instrucciones sobre las cortinas y las cubiertas que debían constituir el Tabernáculo y la Tienda. Indiscutiblemente, había una sugestión simbólica en todo. El lino fino trenzado era el símbolo de la pureza, el azul de la gloria celestial, el púrpura de la majestad real, el escarlata de la riqueza de la vida creada, mientras que los querubines entrelazados simbolizaban la realización más elevada de la vida.

Las tablas y las barras constituían los sólidos cimientos sobre los que descansaban las cortinas y las cubiertas. Estas tablas estaban colocadas en basas de plata hechas con el dinero del rescate que había traído el pueblo. Debido a su extrema durabilidad, la madera de acacia era el símbolo de la continuidad. Colocar estas tablas en los zócalos de plata simbolizaba el hecho de que la vida continua se basa en la redención.

En el velo que cuelga entre el Lugar Santo y el Lugar Santísimo y en la pantalla que cuelga entre el patio y el Lugar Santo tenemos símbolos de exclusión. El material y los colores del velo interior hablaban de absoluta perfección. Este velo simboliza que el hombre puede acercarse a Dios solo por el camino de la perfección. Nunca se encontró a ningún hombre que pudiera traspasar ese velo por derecho propio hasta que, en cumplimiento del simbolismo, un Hombre lo trascendió. Cuando en ese momento el sumo sacerdote pasó detrás del velo, llevó consigo la sangre de propiciación, no solo por el pueblo que representaba, sino primero por él mismo.

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