Aquí comenzamos la consideración de las transacciones de los cuarenta días. Moisés recibió instrucciones sobre un lugar de adoración para la nación. Es importante que intentemos comprender lo que esto significó para la gente en ese momento. Los grandes principios subyacentes se realizan y se cumplen en el cristianismo.

Las instrucciones comenzaban, no con la estructura, sino con su contenido. Se debía preparar un arca y su lugar debía estar en el centro mismo de todo. El arca con los querubines que lo cubrían simbolizaba que Dios habitaba entre ellos. El propiciatorio encima de él era un testimonio de un método divino para Dios.

Las siguientes instrucciones se referían a la mesa de los panes de la proposición. En Oriente, una mesa fue siempre el símbolo del compañerismo. Así se recordó al pueblo la posibilidad creada de una comunión constante con Dios.

Se siguieron instrucciones con respecto al candelero de oro que era un portador de luz que simbolizaba el testimonio que estas personas debían dar al mundo exterior. Así como entre ellos y Dios el propiciatorio o propiciatorio había hecho posible la comunión, así entre la nación y el mundo la misma provisión hizo que el testimonio fuera una necesidad. La luz que brilla en la oscuridad es siempre el símbolo de la santidad y la esperanza. La forma misma del candelero indica la unidad del pueblo y la diversidad de su servicio y testimonio.

Estos tres eran los muebles esenciales en el centro de la vida y la religión nacionales: primero, un lugar de encuentro con Dios sobre la base de la propiciación, segundo, una mesa para la comunión entre Dios y su pueblo y, finalmente, un candelabro que indica la oficina a la que fueron llamados.

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