Ezequiel 20:1-49

1 Aconteció en el día diez del mes quinto del séptimo año que vinieron algunos hombres de los ancianos de Israel para consultar al SEÑOR, y se sentaron delante de mí.

2 Entonces vino a mí la palabra del SEÑOR, diciendo:

3 “Oh hijo de hombre, habla a los ancianos de Israel y diles que así ha dicho el SEÑOR Dios: ‘¿Han venido para consultarme? ¡Vivo yo, que no seré consultado por ustedes!’, dice el SEÑOR Diosc.

4 ¿Quieres juzgarlos tú? ¿Los quieres juzgar tú, hijo de hombre? Hazles conocer las abominaciones de sus padres.

5 Diles que así ha dicho el SEÑOR Dios: ‘El día que escogí a Israel, alcé mi mano jurando a la descendencia de la casa de Jacob, y me di a conocer a ellos en la tierra de Egipto. Entonces alcé mi mano jurando y dije: Yo soy el SEÑOR su Dios.

6 Aquel día les alcé mi mano jurando que los sacaría de la tierra de Egipto a la tierra que había explorado para ellos, que fluye leche y miel y que es la más hermosa de todas las tierras.

7 Entonces les dije: Arroje cada uno de sí los ídolos detestables que sus ojos aman, y no se contaminen con los ídolos de Egipto. Yo soy el SEÑOR su Dios’.

8 “Pero ellos se obstinaron contra mí y no quisieron obedecerme. No arrojaron de sí los ídolos detestables que sus ojos aman ni dejaron los ídolos de Egipto. Entonces yo dije que derramaría sobre ellos mi ira para agotar en ellos mi furor, en medio de la tierra de Egipto.

9 Pero actué por causa de mi nombre, para no ser profanado a la vista de las naciones en medio de las cuales se encontraban, ante cuya vista me di a conocer al sacarlos de la tierra de Egipto.

10 “Yo los saqué de la tierra de Egipto y los traje al desierto.

11 Les di mis estatutos y los hice conocer mis decretos, los cuales, el hombre que los cumpla, por ellos vivirá.

12 También les di mis sábados para que fueran una señal entre ellos y yo, para que supieran que yo soy el SEÑOR, el que los santifico.

13 Pero la casa de Israel se rebeló contra mí en el desierto; no anduvieron en mis estatutos. Más bien, rechazaron mis decretos, los cuales, el hombre que los cumpla, por ellos vivirá. Y profanaron gravemente mis sábados, por lo cual dije que derramaría sobre ellos mi ira en el desierto, para acabar con ellos.

14 Pero actué por causa de mi nombre, para no ser profanado a vista de las naciones, ante cuya vista los saqué.

15 También en el desierto alcé mi mano, jurándoles que no los llevaría a la tierra que les había dado, que fluye leche y miel y que es la más hermosa de todas las tierras.

16 Fue porque rechazaron mis decretos, no anduvieron en mis estatutos y profanaron mis sábados; porque el corazón de ellos se iba tras sus ídolos.

17 A pesar de ello, mi ojo les tuvo lástima, para no destruirlos, y no acabé con ellos en el desierto.

18 “Y dije a sus hijos en el desierto: ‘No anden según las leyes de sus padres; no guarden sus decretos ni se contaminen con sus ídolos.

19 Yo soy el SEÑOR su Dios. Anden según mis estatutos, guarden mis decretos y pónganlos por obra.

20 Santifiquen mis sábados, y serán una señal entre mí y ustedes, para que se sepa que yo soy el SEÑOR su Dios’.

21 “Pero los hijos se rebelaron contra mí. No anduvieron según mis estatutos ni guardaron mis decretos poniéndolos por obra, los cuales, el hombre que los cumpla, por ellos vivirá. Y profanaron mis sábados, por lo cual dije que derramaría sobre ellos mi ira para agotar en ellos mi furor en el desierto.

22 Pero yo retiré mi mano y actué por causa de mi nombre, para no ser profanado a vista de las naciones, ante cuya vista los saqué.

23 También en el desierto les alcé mi mano jurándoles que los dispersaría entre las naciones y que los esparciría entre los países,

24 porque no pusieron por obra mis decretos, rechazaron mis estatutos, profanaron mis sábados, y sus ojos se fueron tras los ídolos de sus padres.

25 Yo también les di leyes que no eran buenas y decretos por los cuales no pudieran vivir.

26 Y cuando hacían pasar por fuego a todo primogénito del vientre, los consideré inmundos, juntamente con sus dones, para desolarlos, a fin de que supieran que yo soy el SEÑOR.

27 “Por tanto, oh hijo de hombre, habla a la casa de Israel y diles que así ha dicho el SEÑOR Dios: ‘Aun en esto sus padres me afrentaron cuando actuaron contra mí con infidelidad’.

28 Los llevé a la tierra con respecto a la cual yo había alzado mi mano jurándoles que les habría de dar, pero ellos vieron toda colina alta y todo árbol frondoso, y allí sacrificaron sus víctimas y presentaron sus ofrendas que me indignan. Allí pusieron también su grato olor y allí derramaron sus libaciones.

29 Les dije: ‘¿Qué es este lugar alto adonde van?’. Y fue llamado su nombre Bamah, hasta el día de hoy.

30 “Por tanto, di a los de la casa de Israel que así ha dicho el SEÑOR Dios: ‘¿A la manera de sus padres se contaminan ustedes y se prostituyen tras sus ídolos abominables?

31 Pues al presentar sus ofrendas y hacer pasar por fuego a sus hijos, se han contaminado con todos sus ídolos, hasta ahora. ¿Y he de ser consultado por ustedes, oh casa de Israel? ¡Vivo yo, que no seré consultado por ustedes!, dice el SEÑOR Dios.

32 No será como lo han pensado. Porque ustedes dicen: ‘Seamos como las demás naciones, como las familias de los países, para servir a la madera y a la piedra’.

33 ¡Vivo yo, que con mano fuerte, con brazo extendido y con ira derramada he de reinar sobre ustedes!, dice el SEÑOR Dios.

34 Yo los sacaré de entre los pueblos, y los reuniré de los países en los cuales han sido dispersados con mano fuerte, con brazo extendido y con ira derramada.

35 Os traeré al desierto de los pueblos, y allí, cara a cara, entraré en juicio contra ustedes.

36 Como entré en juicio contra sus padres en el desierto de la tierra de Egipto, así entraré en juicio contra ustedes, dice el SEÑOR Dios.

37 Los haré pasar bajo la vara y los haré entrar en el vínculo del pacto.

38 Eliminaré de entre ustedes a los rebeldes y a los que han transgredido contra mí. Los sacaré de la tierra de sus peregrinaciones, pero no entrarán en la tierra de Israel. Y sabrán que yo soy el SEÑOR’.

39 “Y en cuanto a ustedes, oh casa de Israel, así ha dicho el SEÑOR Dios: ‘Si a mí no me escuchan, ¡vaya cada uno tras sus dioses y sírvalos! Pero no profanen más mi santo nombre con sus ofrendas y sus ídolos’.

40 “Ciertamente en mi santo monte, en el alto monte de Israel, dice el SEÑOR Dios, allí me servirá toda la casa de Israel, cuando toda ella esté en la tierra. Allí los aceptaré, y allí reclamaré sus ofrendas alzadas y las primicias de sus obsequios con todas sus cosas sagradas.

41 Como grato olor los aceptaré cuando yo los haya sacado de entre los pueblos y los haya reunido de los países en que están dispersados. Entonces en medio de ustedes seré tratado como santo, ante la vista de las naciones.

42 Y sabrán que yo soy el SEÑOR, cuando los traiga a la tierra de Israel, la tierra por la cual alcé mi mano jurando que la daría a sus padres.

43 Allí se acordarán de sus caminos y de todos sus hechos con que se han contaminado, y se detestarán a ustedes mismos por todas sus maldades que han hecho.

44 Y sabrán que yo soy el SEÑOR, cuando por causa de mi nombre yo haga con ustedes, no según sus malos caminos ni según sus perversas obras, oh casa de Israel”, dice el SEÑOR Dios.

45 Entonces vino a mí la palabra del SEÑOR, diciendo:

46 — Oh hijo de hombre, pon tu rostro en dirección de Temán; predica contra el sur y profetiza contra el bosque del campo del Néguev.

47 Dirás al bosque del Néguev: “Escucha la palabra del SEÑOR; así ha dicho el SEÑOR Dios: ‘He aquí, yo enciendo fuego en ti, el cual devorará en ti todo árbol verde y todo árbol seco. La poderosa llama no se apagará, y por causa de ella todas las caras serán quemadas, desde el Néguev hasta el norte.

48 Y verá todo mortal que yo, el SEÑOR, la encendí; no se apagará’”.

49 Entonces dije: — ¡Ah, SEÑOR Dios! Ellos dicen de mí: “¿Acaso no es este el que anda diciendo parábolas?”.

En esta sección final de las profecías que tratan de la reprobación, el profeta en una serie de mensajes expone su justicia. En el séptimo año del reinado de Joaquín, es decir, cuatro años antes de la caída de Jerusalén, algunos ancianos de Israel descendieron a Ezequiel para consultar al Señor.

El profeta fue comisionado para declararles que Dios no sería consultado por ellos, y al mismo tiempo fue encargado de darles a conocer la justicia del juicio que cayera sobre ellos. Esto lo hizo, primero revisando la historia pasada de Israel. Israel había sido liberado de Egipto y se le había encargado que abandonara todas sus abominaciones. Se habían rebelado y habían sido castigados. Todo esto lo había hecho Dios por amor de su nombre y por el interés de las naciones.

En el desierto les dio sus estatutos y les mostró sus juicios. Allí nuevamente se rebelaron contra Él, y Él los visitó con castigo. Esto también hizo por amor de su nombre y por el interés de las naciones. Él perdonó a sus hijos en el desierto, y les ordenó que tomaran en cuenta el fracaso de sus padres, instándolos a andar en sus estatutos. Nuevamente los niños se rebelaron contra él, y él los castigó, y todo esto lo hizo por amor de su nombre y por los intereses de las naciones.

El profeta pasó luego a un examen de la historia más reciente. Primero describió cómo sus padres, habiendo sido traídos a la tierra, habían pecado al volverse hacia sus idolatrías. Este pecado de los padres había sido repetido por los hijos. Por tanto, el Señor no les preguntó. Habiendo aclarado así a los ancianos que no se preguntaría a Dios, procedió a anunciar el programa de Jehová concerniente a ellos.

Él establecería el hecho de Su reinado sobre ellos reuniéndolos en el desierto. Lo que quiso decir con el desierto el profeta luego explicó al describir su paso bajo la vara y el proceso de purgarlos de aquellos en medio de ellos que se rebelaron contra él. El resultado de este proceso en el desierto sería finalmente la restauración de Israel y la santificación de Jehová en ellos a la vista de todas las naciones.

Israel tendría un nuevo entendimiento de Jehová y llegaría a saber que la razón perpetua de Su operación era la gloria de Su nombre, y no simplemente castigarlos por sus malos caminos, es decir, el castigo de Jehová nunca fue simplemente vengativo, pero siempre un proceso que avanza hacia la realización de Su intención original de hacer el bien a las naciones de la tierra.

Después de la entrega de este mensaje a los ancianos de Israel, el profeta recibió el encargo de poner su rostro hacia el sur y profetizar contra su bosque. La esencia del mensaje era anunciar que un fuego inextinguible, encendido por Jehová, lo destruiría por completo. La naturaleza parabólica de esta acusación dejó perplejo al profeta, y se quejó a Jehová de que la gente decía de él que era un predicador de parábolas.

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