Aún así, la actividad divina prosiguió. Ahora era el faraón quien soñaba, y ahora el mayordomo recordaba. El resultado fue que José fue llevado ante el rey, y mientras permanecía de pie en la presencia real, seguía siendo el mismo hombre, dependiente de Dios y proclamando su dependencia. En respuesta a la declaración del rey de que había oído hablar de su poder para interpretar sueños, José dijo: "No está en mí: Dios le dará a Faraón una respuesta de paz". Luego procedió a interpretar los sueños de Faraón. El resultado fue que Faraón reconoció en él a "un hombre en quien está el Espíritu de Dios", y nuevamente José fue ascendido.

Es bueno notar esta repetición. En la esclavitud, en la cárcel, en la corte del rey, Jehová estaba con Su siervo. El hecho fue reconocido a su vez por Potifar, el guardián principal, y por Faraón. En cada caso, José fue puesto en el poder, en la casa de su amo, en la prisión de su encierro y en el reino del rey. La verdadera piedad se manifestará y siempre impone respeto.

Así procedió el gran movimiento regenerativo de Dios y se ven cosas desarrollándose hacia el cumplimiento del propósito divino. Uno de los principales valores de estas historias del Antiguo Testamento es la revelación de estos hechos. Además, esta no es simplemente la historia de una situación que existió hace mucho tiempo. Todavía existe. En los movimientos de nuestra época se está forjando un propósito divino a través de la historia humana, aunque no lo detectemos.

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