Anticipándose al gran día de la restauración, el profeta pone en boca de Israel la gran parábola o cántico que celebra la caída de Asiria. Este se mueve en cinco estrofas distintas. En el primero (versículos 14: 4-8), se describe la liberación efectuada para toda la tierra mediante el derrocamiento de Asiria. La ciudad dorada había sido sede de una opresión generalizada, y cuando la acción de Jehová la destruye, toda la tierra descansa.

En el segundo (versículos 14: 9-11), se describe la consternación del inframundo por la caída de Asiria. Todos los grandes muertos se asombran de que al fin hasta Asiria se haya debilitado. En el tercero, se revela el pecado que había culminado en tal destrucción (versículos 14: 12-15). El pecado fue esa rebelión contra Dios, la ambición que intentó frustrar Su propósito y disputarle el derecho del imperio.

La integridad de la destrucción de Asiria es el tema del cuarto (versículos 14: 16-19). Mientras otros reyes duermen en la gloria, el rey de Asiria será arrojado sin enterrar por ser absolutamente malvado. La quinta estrofa (versículos 14: 20-21) anuncia el exterminio total de Asiria, incluso hasta su nombre y remanente.

La profecía sobre Asiria termina con un resumen de la sentencia que afirma el acto de Jehová y la consiguiente condenación de Asiria. Si bien la primera aplicación de esta gran profecía fue indudablemente al reino real de Asiria, es imposible estudiarla sin ver cuán gráficamente presenta el tema final del principio de rebelión que se basa en la incredulidad.

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