Inmediatamente, Job pasó a la descripción de su condición actual, que es tanto más sorprendente cuanto que contrasta con lo que había dicho sobre el pasado. Primero describió a la base que ahora lo despreciaba. En los viejos tiempos, los más altos lo reverenciaban. Ahora los más bajos y los más bajos se burlaban de él,

Ahora me he convertido en su canción.

Persiguen mi honor como el viento.

Pero ayer la palabra de César pudo

Se han enfrentado al mundo; ahora yace allí, y nadie tan pobre para hacerle reverencia.

Entonces Shakespeare hace que Mark Antony hable sobre el cadáver de César.

En el caso de Job, la experiencia fue más amarga, porque no sólo los pobres se negaron a reverenciarlo, sino que la vil lo despreciaba y él no había encontrado refugio en el silencio de la muerte. En medio de esta injuria de la multitud, su dolor físico real se describe gráficamente, y el dolor supremo de todos fue que cuando clamó a Dios no hubo respuesta, sino continuidad de dicción. Afirmó que sus sufrimientos eran la justificación de su denuncia.

Todo esto precede al juramento de inocencia. Antes de pasar a eso, conviene repasar brevemente el proceso de estos discursos finales. Job primero protestó por su inocencia (27: 1-6). Luego derramó su ira sobre sus enemigos (27: 7-23). Después de esto, declaró la incapacidad del hombre para encontrar sabiduría (28). Finalmente, contrastó su pasado (29) con su presente (30).

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