Ahora se escucha la última voz en la controversia terrenal. Es una nueva voz, y Job nunca tiene la oportunidad de responder. Además, Dios en los movimientos finales no se fija más que en la interrupción, y en el epílogo Eliú no tiene lugar.

Sin embargo, el largo discurso de este hombre está lleno de interés y se mueve como una percepción en un plano más alto que el de los hombres que habían hablado. En los primeros cinco versículos, Eliú es presentado por el autor del Libro. Sus tres amigos guardaron silencio, porque no pudieron convencer a Job de su culpabilidad. En presencia de su incapacidad, Eliú, quien evidentemente había escuchado todo el argumento, se enfureció.

Esta ira fue contra Job porque se había justificado a sí mismo en lugar de a Dios. Fue contra los amigos de Job porque no estaban a la altura de la tarea que se habían propuesto. En la apertura de su discurso, Eliú se disculpó. Había guardado silencio a causa de su juventud. Mientras escuchaba, llegó a la conclusión de que la edad no siempre es sabiduría. Dirigiéndose a los amigos, declaró que había esperado, y habían fallado, e indicó su intención de adoptar un nuevo método. La disculpa finalizó con un soliloquio en el que consideró el fracaso de los otros hombres y habló de su propia conciencia de convicción y disposición para hablar.

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