Inmediatamente, Jonás fue nuevamente encargado de ir a Nínive. Hay una excelente revelación de la gracia paciente de Dios para con Su siervo en la declaración: "Vino palabra de Jehová a Jonás por segunda vez". Con un nuevo sentido de la autoridad de Jehová, Jonás se levantó y obedeció.

Fue algo extraño y sorprendente para Nínive, esta llegada de un hombre que había sido arrojado a las profundidades; y es fácil comprender cómo la monotonía de su declaración, que en cuarenta días sería destruida Nínive, llenaría de terror los corazones de la gente. Ellos oyeron; ellos creyeron; se llenaron de miedo y se arrepintieron, desde el mayor hasta el menor. Su arrepentimiento fue respondido por el arrepentimiento de Dios, de modo que se evitó la condenación y se salvó la ciudad.

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