Aquí nuestro Señor cruzó la frontera nacional para bendecir la casa de un centurión romano. De ese hombre los ancianos dijeron: "Es digno". El hombre dijo: "No soy digno". Jesús dijo: "No he encontrado una fe tan grande, no, no en Israel". Ciertamente es una historia maravillosa, que muestra que el principio de la fe es supremo sobre todos los privilegios de raza y nacimiento.

Se ven dos multitudes reuniéndose fuera de la ciudad de Naín, una, el Maestro, Sus discípulos y una gran multitud, acercándose a las puertas; el otro, un hijo muerto, su madre y mucha gente de la ciudad, saliendo de las puertas. Cuando se conocieron, la vida triunfó sobre la muerte, el dolor se convirtió en alegría.

Lucas ahora cuenta cómo Juan envió una pregunta a Jesús que, sin duda, nació de su perplejidad sobre los métodos de nuestro Señor. La respuesta de Jesús fue primero la de continuar la obra que estaba haciendo, luego la de hablar de la grandeza de Juan, y finalmente la de buscar en él la fe, aunque intelectualmente pudiera estar perplejo.

La escena en la casa de Simón el fariseo es muy hermosa, ya que revela a nuestro Señor tratando con dos personalidades completamente diferentes: Simón, frío, desapasionado, satisfecho con su propia integridad; la mujer, consciente de su pasado pecaminoso, regocijándose en su perdón y derramando sobre Jesús las evidencias de su amor. Nuestro Señor mismo contrasta los dos de la manera más sorprendente, revelando el valor de la limpieza moral que conduce a la victoria del amor.

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