En el segundo movimiento, Jehová puso el pecado presente a la luz de Su amor presente. El pecado de Efraín y el pecado de Judá, si se adopta la lectura marginal, son ambos declarados. Entonces se declara más claramente el pecado de Efraín y se declara su orgullo e impertinencia. Sin embargo, el amor triunfaría sobre todos. Jehová se declaró a sí mismo como el Dios que había librado a Israel de Egipto y que volvería a entregar, siendo fiel a los mensajes de los profetas, a las visiones de los videntes, a las similitudes del ministerio de los profetas.

Finalmente, la condición actual de Israel se establece a la luz del amor futuro de Jehová. Comenzando con la pregunta: "¿Es Galaad iniquidad?" Inmediatamente respondió declarando: "Todos son vanidad", "pecan cada vez más", acusándolos de perseverancia decidida en la idolatría. Debido a la abundancia de pecados, el juicio era absolutamente inevitable. Sin embargo, el amor triunfaría por el camino del desierto.

Habían pecado contra el amor con la fuerza de los dones del amor. Por tanto, Jehová vendría contra ellos en un juicio terrible, y eso porque Israel estaba contra Dios. El pecado de Efraín crearía su dolor. Sin embargo, al fin la fuerza todopoderosa del amor vencería incluso a la muerte y al sepulcro.

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