Oseas 14:1-9

1 ¡Vuelve, oh Israel, al SEÑOR tu Dios; porque por tu pecado has caído!

2 Tomen con ustedes estas palabras y vuelvan al SEÑOR. Díganle: “Quita toda la iniquidad y acéptanos con benevolencia; te ofrecemos el fruto de nuestros labios.

3 No nos librará Asiria; no montaremos sobre caballos ni nunca más diremos a la obra de nuestras manos: ‘Dioses nuestros’; porque en ti el huérfano alcanzará misericordia.

4 “Yo los sanaré de su infidelidad. Los amaré generosamente porque mi furor se habrá apartado de ellos.

5 Yo seré a Israel como el rocío; él florecerá como lirio y echará sus raíces como el Líbano.

6 Sus ramas se extenderán. Su esplendor será como el del olivo y su fragancia como la del Líbano.

7 Volverán y se sentarán bajo su sombra. Cultivarán el trigo y florecerán como la vid. Su fragancia será como el vino del Líbano.

8 ¿Qué más tiene que ver Efraín con los ídolos? Soy yo quien le responderá y velará por él. Yo soy como el ciprés verde; debido a mí será hallado fruto en ti”.

9 ¿Quién es sabio para entender estas cosas y prudente para que las conozca? Ciertamente los caminos del SEÑOR son rectos y los justos andarán por ellos; pero los rebeldes tropezarán en ellos.

El ciclo se cierra con el llamado final del profeta y la promesa de Jehová. El llamado era al pueblo a volver, porque por la iniquidad habían caído. El método sugerido fue traer las palabras de arrepentimiento, abandonando todos los dioses falsos, con la confianza de que se hallaría misericordia en Jehová. A esto Jehová respondió con un mensaje lleno de esperanza, declarando, primero, que Él restauraría, porque Su ira se había desviado.

Luego, en un pasaje lleno de exquisita belleza, anunció su determinación de renovar a su pueblo ya las naciones circundantes. Él sería como el rocío para Israel, que así volvería a ser fructífero, y los que moraran bajo Su sombra entrarían en la bienaventuranza. En respuesta a esto, se representa a Efraín rompiendo a hablar, que es el lenguaje de la reinstalación completa y perfecta.

El profeta cierra con una breve palabra que constituye una aplicación de la enseñanza de su mensaje para todos los tiempos, afirmando que los caminos de Jehová son correctos y que el destino del hombre está determinado por su relación con ellos.

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