Salmo 15:1-5

1 Salmo de David. Oh SEÑOR, ¿quién habitará en tu tabernáculo? ¿Quién residirá en tu santo monte?

2 El que anda en integridad y hace justicia, el que habla verdad en su corazón,

3 el que no calumnia con su lengua ni hace mal a su prójimo ni hace agravio a su vecino;

4 aquel ante cuyos ojos es menospreciado el vil pero que honra a los que temen al SEÑOR; aquel que, a pesar de haber jurado en perjuicio suyo, no por eso cambia;

5 aquel que no presta su dinero con usura ni contra el inocente acepta soborno. ¡El que hace estas cosas no será movido jamás!

Este salmo declara los términos de la amistad entre el hombre y Jehová. Las preguntas iniciales describen los privilegios de la amistad. Permanecer no significa necesariamente quedarse por un tiempo breve. La duración de la estadía no es sugerida por la palabra, sino más bien por la posición de quien recibe la hospitalidad, un invitado. Habitar es residir permanentemente. La imagen es de un residente de la Ciudad de Dios, que tiene acceso gratuito y bienvenido a la presencia de Dios. ¿A quién se conceden privilegios tan elevados? La respuesta se expresa primero en términos generales y luego se dan ilustraciones.

En términos generales, el amigo de Dios es aquel cuyo comportamiento general es perfecto, cuya actividad es correcta, cuyos pensamientos internos son puros. La prueba de todo esto está en la actitud de un hombre hacia su prójimo, que se describe. El hombre que cumple estas condiciones nunca es movido de su residencia en el monte santo ni excluido de la hospitalidad de la tienda de Jehová. El resultado de la verdadera amistad con Jehová es la amistad del hombre. Por tanto, la condición para la amistad continua con Jehová es la amistad leal con el hombre.

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