Este es un cántico del Reino de Jehová fundado y administrado en santidad. Hay tres partes distintas, cada una terminando prácticamente con el mismo estribillo. El primero aclama al Rey entronizado (vv. Sal. 99: 1-3). El segundo afirma la absoluta integridad de Su administración (vv. Sal. 99: 4-5). El tercero declara la guía constante y fiel de sus propios representantes (vv. Sal 99: 6-9).

En cada uno hay un llamado a la actitud de respuesta al hecho declarado. El Rey entronizado es digno de alabanza. El Rey gobernante debe ser exaltado y adorado en sumisión ante el estrado de sus pies. El Rey guía debe ser exaltado y adorado en comunión en Su monte santo. Finalmente, en cada caso, la razón subyacente de la posición y actividad del Rey, y también por lo tanto, de la respuesta, es la de Su santidad. El trono está establecido en santidad. La guía está motivada por la santidad.

A la luz más plena de la revelación cristiana, vemos sugerido el triple hecho en la vida de Dios. El Padre entronizado; el Hijo administrando Su Reino; el Espíritu interpretando su voluntad a través de líderes y circunstancias, a través de la compasión y el castigo.

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