“Y pondré mi venganza sobre Edom por mano de mi pueblo Israel, y harán en Edom según mi ira y según mi furor, y conocerán mi venganza”, dice el Señor Jehová.

Aquí había un mensaje de esperanza para Israel. Porque el juicio justo de Dios sobre Edom vendría a través de la mano de Israel misma, y ​​si eso fuera así, ella tendría que ser restaurada a la tierra. Hay dos tipos de venganza. Uno es irreflexivo e indiscriminado yendo más allá de lo justificado. Dios no participaría en eso. El otro es mesurado y merecido, una respuesta mesurada a una ofensa genuina dada de acuerdo con los méritos de aquellos sobre quienes se corresponde la venganza. Eso era lo que se pretendía aquí.

Lo que sí sabemos es que más tarde Edom y sus sobrevivientes fueron sometidos por Judas Maccabaeus, y luego por John Hyrcanus (líderes judíos posteriores), quien los incorporó a la raza judía mediante la circuncisión obligatoria. Nuevamente perdieron su nacionalidad. Y todo esto sucedería debido a la antipatía de Dios contra su gran pecado.

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