La carga pastoral. Al final de la semana recibe otro mensaje divino, esta vez de un tipo más explícito y sin visión. Su tarea ahora se define como la de un vigilante. Así como es tarea del vigilante detectar y advertir del peligro, también es tarea del profeta advertir a los hombres de la catástrofe venidera que él mismo ve con tanta claridad. No basta con advertir a la multitud: debe tratar personalmente con los individuos buenos y malos, que componen la multitud, y advertirles solemnemente, todos y cada uno, los buenos no menos que los malos y los malos para que se aparten de su mal camino, y el bien persistir hasta el final sin desviarse por el buen camino; porque el destino de los hombres estará determinado por el carácter y la conducta que exhiban cuando llegue la hora del juicio.

Este es un pasaje de gran importancia, que enfatiza la idea de responsabilidad individual pero aplicándola más particularmente al llamado del profeta o predicador. En cierto sentido, es responsable de las almas de sus oyentes; y si uno de ellos muere sin previo aviso, entonces el profeta es su asesino. Por primera vez en la historia hebrea, el profeta se convierte en pastor; tiene el cuidado de las almas.

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