Primer encuentro con líderes religiosos sobre la cuestión de la autoridad. El martes, una delegación oficial se encuentra con Jesús en el templo y le pregunta con qué derecho ha asumido deberes policiales como el control del mercado. ¿Quién le ha dado permiso para despejar el patio de los gentiles e incluso para enseñar en el templo? La única pregunta decisiva que Jesús responde no es una evasión sutil de un intento de atraparlo en una confesión mesiánica.

La naturaleza de la autoridad de Juan planteó una cuestión fundamental en la que Jesús y los fariseos discrepaban. Para Jesús, Juan era un hombre enviado por Dios. Esa convicción subyace en toda Su actividad. Los hombres que no querían reconocer a Juan como profeta, y que aún no tenían el valor moral para negar su autoridad, no podían entender a Jesús y no merecían una respuesta directa. Por todo eso, la pregunta de Jesús, lejos de eludir la de ellos, la respondió claramente.

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