1 Samuel 15:20

A cualquiera que se dé cuenta por primera vez, le parecerá algo sorprendente lo poco que se dice en la Biblia acerca de la veracidad. La razón es que la veracidad no es un deber estrictamente religioso; es un deber que es completamente independiente de la fe en Dios o en Cristo, un deber que es tan absolutamente necesario para la existencia misma de la sociedad, que sin reverencia por ella ninguna comunidad podría durar un día. La palabra de Dios pasa por alto las cosas que los hombres pueden descubrir por sí mismos, y no insiste en los deberes que los intereses comunes del comercio y la seguridad y la comodidad seguramente impondrán.

I. Es muy importante notar con respecto a este pasaje en la vida de Saulo que, tomando las palabras como están, probablemente no había una falsedad absoluta en ellas. Nada es más probable que el pueblo tomó del botín para sacrificarlo al Señor, y que de todos modos era casi cierto que Saúl había destruido por completo a los amalecitas. Y sin embargo, después de todo, a los ojos de Dios, con toda esta apariencia de veracidad, el infeliz rey se puso de pie como un mentiroso convicto, que, con su mejilla enrojecida y su lengua tartamudeante, estaba siendo avergonzado ante todo su pueblo. No se atrevió a mentir abiertamente. No quiso confesar del todo su culpa, pero disfrazó una mentira con el atuendo de la verdad y se arriesgó a librarse del castigo mediante un miserable subterfugio.

II. Saúl es solo un tipo de un millón de personas que han hecho lo mismo una y otra vez en todos los tiempos. Es lo más difícil de la vida ser verdad y lo más raro. Expresar el hecho más simple con perfecta sencillez, explicar nuestro motivo más inocente con exacta honestidad, son hazañas que a menudo desconcertarán a los más sinceros entre nosotros. La verdad no es natural. No es común. No se aprende fácilmente; sólo mediante la vigilancia y la oración se puede aprender.

La primera tentación no fue más que una trampa; el traidor Judas actuó como una mentira cuando le dio a su Maestro ese falso beso en Getsemaní, y desde entonces la falsedad ha sido el arma elegida por Satanás para arrebatar a los hijos de Cristo de las manos de su Salvador y despojarlos de ese cielo donde solo los verdaderos pueden vivir.

A. Jessopp, Norwich School Sermons, pág. 43

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