2 Crónicas 29:27

Los viejos sacrificios pasaron y se hicieron para siempre. Ya no hay altares humeantes ni bestias sangrantes; pero lo que ellos representaron aún permanece, y permanecerá mientras el hombre y Dios sean hijo y Padre el uno para el otro. La entrega de la vida del hombre lejos de sí mismo para servir a su verdadero y legítimo Maestro, la entrega de su vida a Otro, el autosacrificio, que es lo que estos holocaustos representaban pintorescamente, es universal y perpetuamente necesario.

No son bestias, sino vidas, lo que ofrecemos. ¿Se puede ofrecer también la vida ahora como se ofreció a la bestia en la antigüedad: con canto y trompeta? ¿Puede el autosacrificio ser una cosa de triunfo y regocijo? ¿Puede ser la glorificación consciente de una vida dar esa vida en abnegación?

I. Las diferentes formas de autosacrificio nos rodean con sus demandas. Existe la necesidad de que el hombre se sacrifique a sí mismo, su yo inferior a su yo superior, sus pasiones a sus principios. Existe la necesidad de sacrificarse por el prójimo. Existe la mayor necesidad de todas, la necesidad de entregar nuestra propia voluntad a la de Dios. Todas estas necesidades un hombre las reconocerá y las honrará. Intentará encontrarlos toda su vida. Pero cuando vienes a hablar de la alegría de conocerlos, ese es otro asunto. El autosacrificio le parece algo aparte de la noción total de disfrute.

II. Las palabras de nuestro texto, por extraño que suenen al principio, son literalmente verdaderas, como la historia de la vida de muchos hombres.

Desde el momento en que comenzó a vivir para otras personas, la naturaleza que antes no tenía canción se volvió jubilosa con la música. El alma que juega con el autosacrificio y juega con las nimiedades nunca podrá obtener su verdadera alegría y poder. Sólo el alma que, con un impulso abrumador y una confianza perfecta, se entrega para siempre a la vida de otros hombres, encuentra el deleite y la paz que esa entrega total debe dar.

III. Hay otra razón por la que parecería absolutamente necesario que el hombre tenga el poder de encontrar placer en sus autosacrificios, en el cumplimiento real de sus tareas completadas, en el cumplimiento real de los deberes necesarios de su vida, y es encontrado en el hecho de que la alegría o el deleite en lo que estamos haciendo no es un mero lujo; es un medio, una ayuda, para hacer más perfecto nuestro trabajo. El gozo en el trabajo de uno es la herramienta consumada sin la cual el trabajo puede realizarse, pero sin la cual el trabajo siempre se hará lentamente, con torpeza y sin su máxima perfección.

IV. El hombre que realmente vive en el mundo de la redención de Cristo reclama su abnegación. Sube a su martirio con una canción. Vivir en este mundo y no hacer nada por el propio yo espiritual, el prójimo o Dios es algo terrible. No hay vida feliz excepto en la autoconsagración.

Phillips Brooks, Candle of the Lord, pág. 22.

Referencias: 2 Crónicas 29:27 Revista Homilética, vol. xv., pág. 105; AB Evans, Church Sermons, vol. i., pág. 361. 2 Crónicas 29:31 . J. Irons, Thursday Penny Pulpit, vol. VIP. 373.

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