2 Reyes 2:12

I. Partidas corporales. Tales despedidas son cuestiones de la experiencia diaria. Son parte de nuestro lote. Nos recuerdan la gran dispersión; deberían hacernos añorar el gran reencuentro. La palabra de Dios es tan tierna para nosotros, tan llena de simpatía, que pinta este tipo de despedida con toda su amargura. En referencia a estas partidas debemos recordar: (1) que deben ser soportadas. Son parte de la disciplina de la vida. (2) Recuerde en referencia a las separaciones corporales que la convivencia no es unión. Estar presente en el cuerpo es a menudo estar más lejos en espíritu.

II. Hay separaciones entre almas. Todavía hablo de esta vida. (1) Hay quienes alguna vez se conocieron íntimamente, se llamaban amigos, quienes ahora apenas saben si el otrora amado está vivo o muerto. Los fantasmas de viejas, obsoletas y gastadas amistades acechan las cámaras de este ser, para recordarnos el vacío de las posesiones humanas y la absoluta transitoriedad de todos los afectos excepto uno.

(2) Esto se ve aún más doloroso en los casos en que los primeros amigos se han vuelto, no olvidadizos, sino hostiles, debido a opiniones contradictorias y credos antagónicos. La despedida más espantosa es la que consiste en vivir para objetos opuestos, uno para algún dispositivo del hombre, el otro para la verdad de Dios y la salvación de Dios.

III. Pasar de las partidas del tiempo a la partida de la muerte que debe llegar. Es a través de la separación de la muerte que comienza el encuentro eterno. Hasta que no muramos, nunca habremos descartado por completo esas debilidades y mezquindades que se aferran a las amistades y amores de los caídos. Aprendamos a no temer, sino más bien a desear y enamorarnos de ese misterioso cierre, del que, en nuestra ceguera y oscuridad, tantas veces rehuimos. La separación de la muerte no es más que ese breve descanso del que nos despertaremos renovados y vigorizados por una gloriosa eternidad.

CJ Vaughan, Últimas palabras en Doncaster, pág. 276.

Referencia: 2 Reyes 2:12 . Parker, Fountain, 8 de marzo de 1877 y vol. viii., pág. 91.

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