Ezequiel 36:37

El texto nos convoca a la oración. La oración constante, la vigilancia incesante son lo que nuestros intereses exigen imperativamente. Éstos los requiere la vida cristiana, y éstos son las recompensas de la corona de la redención.

I. La naturaleza misma nos enseña a rezar. Como nuestra creencia intuitiva en la existencia del alma, o en la responsabilidad del hombre, parece estar alojado en el pecho de todo hombre lo que puedo llamar un instinto de orar y una creencia intuitiva en la eficacia de la oración. La oración debe ser natural, porque es universal. El hombre es, por así decirlo, impulsado instintivamente a arrojarse en los brazos de Dios, a buscar la ayuda divina en tiempos de peligro y en tiempos de dolor a llorar en el seno de un Padre que está en los cielos.

II. Observe algunas dificultades relacionadas con este deber. (1) Los decretos de Dios, dicen algunos, hacen inútil la oración. ¿No son todas las cosas, preguntan, fijadas por estos decretos fijadas irrevocablemente? Esta objeción no es aceptada honestamente, al menos inteligentemente, por ningún hombre. Porque, si la objeción es buena contra la oración, también es buena contra muchas cosas además. Si detiene la acción en la dirección de la oración, debería detener las ruedas de nuestro trabajo diario.

Si es una buena objeción contra la oración, es igualmente buena objeción a sembrar, arar, tomar carne o medicinas, y mil cosas más. (2) Otros, más serios y honestos, al leer que "sin fe es imposible agradar a Dios", dicen que por falta de fe, sus oraciones deben ser inútiles. La mayoría de los falsos razonamientos. El Apóstol dice: "Quiero que los hombres oren en todas partes". "Dios quiere que todos los hombres se salven". Tomamos la palabra simple, ni nos preocupamos por la metafísica de la pregunta.

III. La oración debe ser sincera. Las oraciones sin deseos son como pájaros sin alas; mientras el águila vuela hacia el cielo, estos nunca abandonan el suelo. Si quiere que sus oraciones sean aceptadas, deben ser flechas disparadas desde el corazón.

IV. La oración es poderosa. La oración convierte la impotencia en omnipotencia; porque, dominando los recursos de la divinidad, no hay nada que no pueda hacer, y no hay nada que necesite desear. Tiene solo dos límites. La primera es que su alcance se limita a las promesas; el segundo, que Dios concederá o negará nuestras peticiones según sea mejor para Su gloria y nuestro bien.

V. La oración es confiada. "Jesús, nuestro Sumo Sacerdote, ha entrado tras el velo, y habiéndonos reconciliado con Dios, tenemos confianza para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesús".

T. Guthrie, El Evangelio en Ezequiel, pág. 369.

Referencias: Ezequiel 36:37 . Spurgeon, Sermons, vol. iii. Núm. 138; Ibíd., Morning by Morning, pág. 50; Preacher's Monthly, vol. ix., pág. 187. Ezequiel 36:37 ; Ezequiel 36:38 . Spurgeon, Sermons, vol. xxii., núm. 1304; J. Sherman, Thursday Penny Pulpit, vol. ii., pág. 347.

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