Génesis 39:9

9 No hay otro superior a mí en esta casa; y ninguna cosa se ha reservado, sino a ti, porque eres su mujer. ¿Cómo, pues, haría yo esta gran maldad y pecaría contra Dios?

Génesis 39:9

Estamos acostumbrados a admirar el mero acto de resistencia a la tentación, por quien sea y como sea que se ofrezca. Pero hay una gran diferencia entre las formas en que se resiste la tentación. Algunos, sabiendo que lo que desean de ellos es esencialmente incorrecto, recurren a cambios y evasiones cobardes. No pueden cumplir; tanto responderán; pero por esta incapacidad darán toda clase de razones secundarias e insuficientes, y retendrán la correcta.

Cuán diferente de este curso débil e ineficaz es el rechazo de quien sin temor declara a la vez la razón correcta y maestra por la que no debe ceder a la tentación; "¿Cómo puedo hacer esta gran maldad y pecar contra Dios?" Una de las ventajas más bajas del curso valiente y decidido es que, después de todo, esa persona tiene menos problemas . Su lugar está determinado; se muestran sus colores. No vacila, y la multitud de atareados hacedores de travesuras se aparta de él y lo deja en paz. Las nobles palabras de nuestro texto nos permiten adentrarnos en todo el secreto de la perseverancia.

I. La respuesta de José implica un sentido de responsabilidad directa ante Dios. Este sentido de responsabilidad conduce de inmediato a una estimación más real de lo que está bien y lo que está mal. Si bien nos detenemos en el nivel de las máximas y los hábitos del mundo y tratamos de decidir nuestra línea de conducta, muchos asuntos parecen ambiguos y difíciles de determinar; pero levántate al trono de Dios, y mira desde allí, y todo es claro. Oh, por esa segunda y mejor naturaleza, surgida del hábito de ver a Dios en todo, que, cuando hay dudas, cuando surgen dudas, cuando surgen tentaciones, le pide consejo de inmediato, corre hacia la torre fuerte de su nombre y está a salvo.

II. Esta respuesta implica un sentimiento de pecado. El pecado es una palabra cuyo significado el mundo desconoce. Los hombres deben saber qué es Dios, o no podrán saber qué es el pecado. Cuando José habló de pecar contra Dios, usó este término de un Dios positivo y definido, que se había manifestado y con quien estaba en pacto. Pecar contra Él, quebrantar Su mandamiento positivo, era rechazar y despreciar su pacto con Dios; para pisotear sus promesas y sus misericordias.

III. Esta respuesta muestra el verdadero coraje y la osadía oportuna que siempre caracterizaron al auténtico soldado del cielo. En cada ocupación de la vida, en todas las relaciones sexuales, en el trabajo y en la recreación, nuestra armadura cristiana debe llevarse puesta y nunca dejarse de lado. En el momento en que nuestra lealtad sea probada, en el momento en que el mundo requiera lo que Dios prohíbe o prohíbe lo que Dios requiere, debemos ponernos en nuestros brazos y no admitir ningún pensamiento de rendición.

H. Alford, Quebec Chapel Sermons, vol. vii., pág. 245.

I. De inmediato reconocemos la presencia del Espíritu Santo en esta escena. Él es su luz y gloria, su poder y victoria. Dios el Santo llena todo el campo de visión, y José se ve fortalecido por un asombro que lo domina todo. El reconocimiento de Dios lo mantiene alejado del pecado. Su presencia sagrada bloquea el camino. Esta Autoridad que gobierna en y para la justicia excluye toda posibilidad de ceder.

II. Este pasaje da evidencia de un gran acceso de energía a la conciencia de José, desde su perfecta identificación de Dios con su propia pureza personal.

III. José se diferenciaba de Jacob en que no tenía visiones de Betel, y de Abraham en no oír la voz divina; pero tenía los hechos Divinos de la vida, y en ellos leyó las ideas y la voluntad de Dios. La más antigua de todas las Biblias, la Biblia de la experiencia humana, estaba ante él, y leyó, marcó, aprendió y asimiló su contenido.

J. Clifford, Fortaleza diaria para la vida diaria, pág. 57.

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