Job 13:23

En cierto sentido, todos saben que son pecadores. Todo el mundo lo admite, así como admite cualquier verdad bíblica abstracta. Pero un hombre del mundo considera el pecado más en su relación consigo mismo y su relación con otras personas que en su relación con Dios, cómo es ingrato con Dios, cómo entristece a Dios, cómo hiere a Cristo, cómo ofende al Espíritu Santo. . Tampoco mide el pecado por su verdadera medida, que todo lo que no tiene un motivo piadoso, todo lo que no da honor a Dios, todo lo que no alcanza la gloria de Dios, es pecado. La pregunta práctica para nosotros es esta: ¿Cómo se puede alcanzar el conocimiento del pecado?

I. Es la provincia del Espíritu Santo. Él, y solo Él, siempre muestra a un hombre sus pecados. Por tanto, Cristo se refirió a él como el primer gran oficio del Espíritu. "Cuando él venga, reprenderá al mundo de pecado".

II. Por la ley es el conocimiento del pecado. La Ley se convierte en maestro de escuela que, convenciéndonos de pecado, nos conduce, o mejor dicho, nos conduce a Cristo.

III. El evangelio de Jesucristo nos convence de pecado. A menudo aprendemos el alcance de un mal por la intensidad del remedio que se usa para aliviarlo. ¡Qué remedio fue la muerte del Hijo de Dios! ¡Qué mal indecible debe ser entonces el pecado!

IV. Hay un conocimiento del pecado por el pecado mismo. Con mucha frecuencia, a un hombre se le enseña primero a leer a sí mismo por una de sus caídas más profundas. Para conocer el pecado, debemos (1) orar para que se arroje más luz sobre nuestros corazones oscuros; (2) dejar las generalidades frías y poco influyentes sobre el pecado y ocuparnos de algún pecado en particular que tenga poder sobre nosotros mismos; (3) piense en la santidad de Dios hasta que todo lo que es diferente a Él comience a verse oscuro; (4) creer en el amor de Jesús por nosotros: darse cuenta, aunque sea en un grado mínimo, que hay un poder en Él, y que ese poder es para nosotros.

J. Vaughan, Cincuenta sermones, sexta serie, pág. 9.

Referencias: Job 13:23 . Spurgeon, Sermons, vol. viii., No. 336; Ibíd., Evening by Evening, pág. 189; Preacher's Monthly, vol. iii., pág. 151. Job 13:24 . T. Martineau, Horas de pensamiento, vol. i., pág. 315. Job 13:24 ; Job 13:25 .

R. Allen Davies, Christian World Pulpit, vol. xiii., pág. 225. Job 13:26 . Revista homilética, vol. vii., pág. 129; Preacher's Monthly, vol. v., pág. 97. Job 14:4 . Revista homilética, vol. xiv., pág. 37.

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