Malaquías 2:2

2 Si no escuchan y no toman a pecho el honrar mi nombre, enviaré la maldición sobre ustedes y maldeciré sus bendiciones, ha dicho el SEÑOR de los Ejércitos. Y las he maldecido ya, porque ustedes nada toman a pecho.

Malaquías 2:2

Al pensar en este texto, podemos discernir dos matices de sentido diferentes en los que podemos entenderlo. Vemos dos formas en las que se puede maldecir una bendición.

I. Se puede decir que las bendiciones están malditas, si Dios nos priva del poder de disfrutarlas. Sabes que cuando un ciego mira la escena más hermosa, no ve nada de ella. Para él, el azul del cielo y el verde de la tierra son un gran espacio en blanco. Las bendiciones mundanas tienen un gran poder natural para hacer alegre y feliz a un hombre. Suele complacer y alegrar a cualquiera cuando sus circunstancias son prósperas, sus amigos amables, su hogar cómodo y su carácter respetado.

Pero en un momento Dios puede poner fin a todo esto. En un momento, sin cambiar en lo más mínimo nuestro aspecto externo, o nuestras circunstancias externas, Dios puede hacer que nuestras almas sean tan incapaces de sentir felicidad en la posesión de nuestras bendiciones externas como lo son los ojos del ciego para discernir la luz del día.

II. Se puede decir que las bendiciones están malditas si Dios permite que tengan una tendencia maligna sobre nuestras almas. Todas las bendiciones que Dios nos concede se envían con un propósito específico. Todos tienen una tendencia natural, y esta tendencia, generalmente expresada, es llevar a los hombres a pensar seriamente en sus almas y volverse sinceramente a Cristo. Pero es posible que tengan un efecto completamente opuesto; pueden hacernos daño espiritualmente.

Pueden hacer que sea cada vez más improbable e incluso pueden hacer que sea imposible que por fin encontremos nuestro hogar en el cielo. Y siempre que esta sea su tendencia y resultado, entonces decimos que Dios ha maldecido estas bendiciones. Esto es cierto, (1) de las bendiciones terrenales como la riqueza, el consuelo, los amigos, (2) de las bendiciones espirituales, como ( a ) los medios de la gracia, ( b ) el Espíritu Santo de Dios regenerador, consolador y santificador.

AKHB, Tardes de domingo en la iglesia parroquial, pág. 109.

Referencias: Malaquías 2:5 . J. Irons, Thursday Penny Pulpit, vol. iv., pág. 361. Malaquías 2:6 . Homiletic Quarterly, vol. i., pág. 99. Malaquías 2:17 .

Spurgeon, Sermons, vol. xxiv., No. 1415. Malaquías 3:1 . Ibídem. , vol. viii., nº 470; H. Melvill, Penny Pulpit, núm. 2611; Revista del clérigo, vol. xii., pág. 332; vol. xvi., pág. 24; AJ Griffith, Christian World Pulpit, vol. xix., pág. 299; Expositor, tercera serie, vol. iv., pág. 183.

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