Marco 8:22

La curación gradual del ciego.

Este milagro tiene una peculiaridad, en la que está absolutamente solo, y es que el trabajo se realiza en etapas; que el poder que en otras ocasiones no tiene más que hablar y se hace aquí parece trabajar, y la curación llega lentamente; que en el medio Cristo hace una pausa y, como un médico que prueba el experimento de un fármaco, pregunta al paciente si se produce algún efecto y, obteniendo la respuesta de que se realiza alguna mitigación, repite la aplicación y el resultado es una recuperación perfecta.

I. Primero, tenemos aquí a Cristo aislando al hombre a quien quería sanar. Este hecho de un milagro realizado en secreto intencionado y envuelto en una profunda oscuridad, nos sugiere el verdadero punto de vista desde el cual mirar todo el tema de los milagros. Obtuvo los milagros no con frialdad para dar testimonio de Su misión, pero cada uno de ellos fue una muestra, porque fue el resultado de Su propio corazón compasivo, puesto en contacto con la necesidad humana.

II. Tenemos a Cristo rebajándose a una naturaleza ligada a los sentidos mediante el uso de ayudas materiales. Sin duda, había algo en este hombre que hacía aconsejable que se adoptaran estos métodos. Hacen una escalera por la cual su esperanza y confianza pueden subir a la aprehensión de la bendición. Y eso apunta a un principio general de los tratos Divinos. Dios se rebaja a una fe débil y le da cosas externas mediante las cuales puede elevarse a la comprensión de las realidades espirituales.

III. Por último, tenemos a Cristo acomodando el ritmo de su poder a la lentitud de la fe del hombre. Supongo que la vista más digna de ese proceso extrañamente prolongado, dividido en dos mitades, por la pregunta que se deja caer en el medio, es esta, que fue determinado por la fe del hombre, y estaba destinado a aumentarla. Fue curado lentamente porque creyó lentamente. Su fe fue una condición de su curación, y la medida de ella determinó la medida de su restauración, y la tasa de crecimiento de su fe determinó la tasa de perfeccionamiento de la obra de Cristo sobre él.

A. Maclaren, El ministerio de un año, primera serie, pág. 261.

Referencias: Marco 8:22 . Spurgeon, Sermons, vol. xii., nº 701; Ibíd., Mis notas para sermones: Evangelios y Hechos, pág. 68.

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