Mateo 24:28

La Ley del Juicio Divino.

I. Cuando una bestia salvaje cae en el desierto, o una bestia de carga en el camino, no hay movimiento en los cielos por un tiempo. Pero, muy por encima de la comprensión humana, el buitre flota sobre sus alas; y mirando hacia abajo, su ojo pronto distingue la cosa inmóvil porque caza con una vista sin igual en poder entre todos los seres vivos, y como una piedra, cae a través de kilómetros de aire. Otros que flotan en la misma región alta, ven el descenso de su hermano y conocen su significado.

Una mancha oscura tras otra crece rápidamente en el horizonte, y en pocos minutos cincuenta buitres rodean la carroña. Eso ilustra y con asombroso poder y agudeza porque los discípulos a menudo habían presenciado tal escena la rapidez, la utilidad y la necesidad del juicio. Inevitable, rápido, infalible, como el descenso del buitre sobre el cadáver es la venida del juicio del Hijo del Hombre a las comunidades corruptas y a los hombres corruptos.

II. De todo esto inferimos ahora la ley del juicio. Es esto: dondequiera que haya una corrupción moral total, hay un castigo final; donde hay corrupción parcial, hay castigo correctivo. Dios, en su calidad de Gobernador del mundo, como Educador de la humanidad, está destinado a destruir la corrupción. Es necesario que los buitres devoren el cadáver, no sea que contamine el aire y engendre una pestilencia.

Es necesario que las naciones corruptas sean borradas, no sea que infecten al mundo con el mal que puede retrasar todo el progreso de la humanidad. Y nuestro propio sentido de la justicia va con la destrucción. Tampoco, cuando somos sabios, pensamos que tal justicia demuestra falta de amor. Sabemos que el hombre débil que se abstiene de exigir un castigo merecido es a menudo el más cruel cuando se tocan sus propios intereses; y podemos confiarnos mejor en la hora de nuestra angustia a Aquel de cuya justicia estamos tan seguros, que sabemos que si nuestra aflicción fue causada por una maldad, Él nos haría sentir esa maldad antes de aliviarla.

SA Brooke, El espíritu de la vida cristiana, pág. 57.

Referencias: Mateo 24:28 . Revista del clérigo, vol. i., pág. 223; vol. ix., pág. 97; D. Fraser, Las metáforas de los evangelios, pág. 233. Mateo 24:29 . R. Tuck, Christian World Pulpit, vol. xiii., pág. 347. Mateo 24:29 . EC Gibson, Expositor, segunda serie, vol. i., pág. 292.

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