Mateo 26:6

La caja de alabastro.

He aquí una mujer probablemente pobre haciendo una acción que provoca la indignación de toda la Iglesia. ¡No se escucha una sola voz a su favor, excepto una sublime excepción! la voz de Jesús. En tales circunstancias, debe haber algo que valga la pena mirar. Una minoría que Dios aprueba no debe pasarse por alto con descuido y desprecio. La sabiduría en este caso está con unos pocos y la locura con muchos; la sabiduría es con amor, no con política, con gratitud, no con cálculo.

Los puntos de especial interés son estos:

I. La generosidad del amor que se entrega por completo. La mujer tenía una caja de alabastro de ungüento muy preciado solo una caja y esa caja solitaria la rompió y derramó su nardo puro sobre la única cabeza humana que no había perdido su corona. El amor nunca pone su propio nombre sobre nada. El amor tiene algún objeto, debe tener algún objeto, en cuyo santuario deposita todas sus posesiones. El amor, amor cálido, inteligente, creciente, no oculta nada a Dios.

II. La ceguera moral de una política prudencial al servicio de Cristo. Hay hombres que nunca pueden tener una visión más que aritmética de las cosas. Son los entusiastas economistas de la Iglesia; se acercan lo suficiente a Cristo para determinar la textura de sus vestiduras y calcular el valor de su vestidura sin costuras. Aquí hay un punto de crítica sumamente sugerente. La misma palabra en el original se usa para significar tanto desperdicio como perdición; y si conectamos esta idea con otra, captaremos la idea que deseo presentar.

"A los que me diste, yo los guardé, y ninguno de ellos se perdió, sino el hijo de perdición"; y este mismo hijo de perdición fue el hombre que, en otra ocasión, y probablemente en esta, llamó a un sacrificio "desperdicio", y mantuvo con vehemencia las pretensiones de los pobres. Por lo tanto, tenemos ante nosotros el hecho sorprendente de que los hombres que denominan "desperdicio" del servicio de otras personas son los que tienen más probabilidades de ser desechados como desechos del universo.

III. La sabiduría omnipresente del juicio del Salvador. (1) Muestra su ansiedad por la paz de todos los que intentan hacerlo. servirle. (2) Muestra su simpatía por los pobres. (3) Muestra que cada época trae sus propias oportunidades para hacer el bien.

IV. La inmortalidad asegurada de la bondad.

Parker, Hidden Springs, pág. 276; véase también Vida interior de Cristo, vol. iii., pág. 194.

Referencias: Mateo 26:6 . Revista del clérigo, vol. ii., pág. 156; Revista homilética, vol. xii., pág. 141; AB Bruce, La formación de los doce, pág. 300.

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