Salmo 103:15

La razón del hombre es su privilegio distintivo; pero tiene un resultado melancólico: le hace conocer su propia debilidad y mortalidad. Otras criaturas solo son conscientes del mal cuando realmente se encuentran con él, y después del momento de terror están tranquilas y descuidadas, como antes. El hombre le ha asignado el mal, con todo el agravamiento de su perspectiva y aproximación, los dolores prolongados y acosadores de la duda y la aprensión, los miedos que van y vuelven.

Su melancólica previsión crea una guerra perpetua; y vive dentro de un círculo de enemigos, y sostiene su vida como en una ciudad sitiada. Puede ser consciente de la fuerza, pero sus enemigos también son fuertes; y son muchos, y él es uno.

I. Este es más especialmente el efecto del don de la razón sobre el tema de la muerte. En otros puntos solo nos revela nuestra inseguridad; aquí nos revela el fin de nuestra existencia misma en lo que a este mundo se refiere. Tan pronto como nace el hombre, prevé su muerte; es hecho profeta a pesar de sí mismo. El alma que Dios le ha dado es profética. Siendo tal el efecto del don de la razón sobre este tema, y ​​tal nuestro privilegio y prueba particulares, ¿cómo lo afrontan los hombres?

II. Los hombres mundanos tienen un punto de vista sobre esto, y dicen que esa mirada hacia el futuro y un tono mental tan profético con respecto a la muerte no es natural, porque conduce a tales resultados. Y como contrapeso y remedio para tales presagios, se refugian en la sensación de vida práctica que nos pertenece. Se arrojan deliberada y sistemáticamente sobre este instinto mundano, para contrarrestar la verdadera naturaleza profética del alma y evitar que actúe, para amortiguar el sentido de futuro y aniquilar el otro mundo en sus mentes.

III. Ahora bien, ¿cuál es la forma en que las Escrituras tratan el tema de la muerte? No permite que se deje así de lado. Nos hace verlo con ojos firmes y tranquilos y mantenerlo ante nosotros. Le dice al alma que cuente de antemano, que vea, que se prepare; alarga su vista: fija su puntería. Se nos dio la previsión de que pudiéramos estar, no paralizados, de hecho, e inmovilizados, sino sobrios y castigados en el ejercicio de nuestras facultades activas, para que sintiéramos ese mismo control que los hombres mundanos están impacientes, porque se desanimarían mientras si viven, van a vivir para siempre en su imaginación.

JB Mozley, Sermones parroquiales y ocasionales, pág. 258.

Referencia: Salmo 103:15 . Homiletic Quarterly, vol. ii., pág. 536.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad