SERVICIO DISPUESTO

"¿Quién, pues, está dispuesto a consagrar su servicio hoy al Señor?"

1 Crónicas 29:5

Esta pregunta de antaño nos llega con especial fuerza y ​​vigencia el día en que conmemoramos la vida de San Mateo. A la llamada del Maestro, "Sígueme", se levantó, lo dejó todo y siguió a Cristo; consagró su servicio, su vida, él mismo al Señor. Como resultado de ese llamado, la corriente de su vida se ramificó en dos grandes direcciones: la dirección de la devoción y la dirección del servicio. No fue más que una intensa devoción a la personalidad de Cristo, tal como le fue revelada, lo que pudo haber permitido a San Mateo vivir la vida que él vivió.

Hablaría especialmente del servicio y de algunas de sus características.

I. Una cuestión de obligación. —Asegúrese de que todo servicio es una cuestión de obligación. Nadie se ha visto obligado nunca a servir a Dios, y hoy en día hay muchas personas que abandonan por completo la idea de servir a Dios. Pero la Iglesia nunca deja de alzar su voz, la voz de la santa Cabeza de la Iglesia, llamándolos y recordándoles su obligación.

II. Cuestión de responsabilidad. —Siendo una cuestión de obligación, es una cuestión de responsabilidad. Es una cuestión de responsabilidad, en primer lugar, si lo consideramos una cuestión de obligación en absoluto, y cómo cumplimos con esa obligación, si es que la reconocemos como tal.

III. Cuestión de fitness. —Existe la ley de la aptitud. Este es un mundo maravilloso y somos personas maravillosas. Es misterioso cómo encajamos en un determinado nicho y hacemos cierto tipo de trabajo. Nos parece un servicio muy pequeño, sin embargo, entre todos los grandes servicios prestados a este mundo, a los ojos de Dios estamos encajando ese mismo nicho que Él nos ha pedido que encaje. ¿No crees que todo el trabajo se ennoblece con la creencia de que a nosotros mismos se nos ha dado un trabajo que hacer, que nadie más podría hacer? Si lo hacemos mal, las personas con las que nos mezclamos, y los que vienen después de nosotros, deben sufrir.

IV. Cuestión de cuidado. —Entonces está la ley del cuidado en servicio. Después de todo, ¿qué había en el servicio de San Mateo? Seguramente no, ¿Qué poco puedo hacer por Cristo? ¿Pero cuanto? Sólo aquellos que consagran así su obra están prestando el debido servicio a Dios y a su generación.

V. Cuestión de diligencia. —Una vez más, está la ley de la diligencia. Conoces a algunas personas que son diligentes, nunca se cansan de hacer el bien, ocultan su cansancio, se gastan en el servicio de los demás, con una sola idea, para hacer lo que su mano encuentra para hacer y hacerlo con sus fuerzas.

VI. Cuestión de lealtad. —Todo el servicio está consagrado a una Persona: la Persona de Cristo mismo. Por tanto, debe haber lealtad en el desempeño del mismo. ¿Qué causó el gran pecado de la traición? La gente dice que fue codicia y muchas otras cosas. Pero, ¿qué subyace a todo esto? Deslealtad absoluta. Todos tenemos que aprender al servir a la sagrada Persona de Cristo que lo primero esencial es que debemos ser leales. Que así sea con nosotros. Que aprendamos la lección de la lealtad a la Persona de un Salvador viviente.

Rev. E. Tritton.

Ilustración

'Fue David quien sentó las bases del reino judío. No rastreamos a los reyes hasta Saúl, sino hasta David. Además, Dios había rodeado su vida de promesas, y sabía que lo que dejó sin terminar su simiente después de él lo cumpliría. Había levantado a su nación y la había puesto en primera fila entre las naciones de la tierra. Había desarrollado sus recursos y su riqueza. Había reunido sus variados elementos y los había consolidado. Y ahora, durante años, ha estado haciendo preparativos para un edificio que iba a ser el más grandioso de todo el país. Era un trabajo del que cualquier hombre podría estar orgulloso.

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