UNA REPUTACIÓN FALSA

"Yo conozco tus obras, que tienes nombre de que vives, y estás muerto".

Apocalipsis 3:1

A los ojos de Dios, la Iglesia de Sardis era como el cadáver de la antigua escita: los hombres la reverenciaban, hablaban de ella, la trataban como una Iglesia llena de vida y salud, ¡y durante todo ese tiempo estuvo muerta!

I. ¡Tienes un nombre! -Sí. Sardis no había negado la fe. No se había ido al mundo, no estaba enseñando doctrinas falsas, era eminentemente ortodoxa. Pero Sardis y el mundo se entendían; abiertamente debía resistir al mundo, en secreto debía ser amiga de él. Su nombre para la justicia era lo que le importaba más que cualquier otra cosa; no le importaba nada esa unión con el Dios viviente que es el único que puede dar vida al alma.

La suya era una "posesión despiadada de la verdad"; su nombre de por vida permaneció, pero esa vida se había ido, o casi se había ido, ¡y Sardis estaba muerta! Es tan fácil para nosotros con nuestras palabras, nuestros escritos, nuestras exhortaciones, persuadir a la gente de que estamos viajando por un camino, cuando en realidad hemos vagado mucho por otro. "Salomón era el más sabio de los hombres, sin embargo, se hundió para ser lo que sus propios escritos dicen que hace un tonto".

II. Un día de sorpresas. —En medio de todos sus terrores, todas sus imágenes y sonidos que subyugan el alma, el Último Gran Día será, quizás, más que cualquier otra cosa, ¡un día de muchas y grandes sorpresas! 'Si alguna vez llego al cielo', dijo uno, 'habrá tres cosas que, lo sé, me sorprenderán. Primero, me sorprenderá encontrarme en el cielo. En segundo lugar, me sorprenderá ver a algunos con quienes nunca hubiera soñado encontrar allí; y en tercer lugar, ¡me sorprendería no ver a muchos de los que hubiera pensado que estarían perfectamente seguros de estar allí!

III. ¿Cómo te va con nosotros? —Hay alguno aquí que se contente con estar bien con el mundo, con un nombre para la bondad; ¿A quién no le importa nada la verdadera santidad, nada el espíritu que da vida? ¡Estos están muertos! ¿Hay alguien cuyo amor esté menguando, con quien haya cesado el crecimiento en la gracia, cuyas comuniones se hayan convertido en meros deberes superficiales, actos mecánicos? ¿Está cesando el crecimiento? Entonces estos están muriendo. Es el Espíritu quien da vida. Luego, vuélvase a Él, porque Él está listo para recibir el desmayo y revivir el alma moribunda.

Ilustración

Entre los escitas de antaño prevalecía una costumbre espantosa. Cuando un hombre moría, sus parientes más cercanos, habiendo vestido el cadáver, lo colocaban en un carro y lo llevaban a las casas de sus amigos. En cada casa prosiguió el banquete y la alegría; el cadáver estaba apoyado en la mesa, el banquete se extendía ante los ojos vidriosos y los esclavos ofrecían carne y bebida al muerto. Honrados, festejados, llevados de casa en casa, los muertos entre estos pueblos antiguos fueron, mediante una horrible imitación, hechos para representar el papel de los vivos.

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