Oyentes, pero no hacedores

'Y, he aquí, eres para ellos como una canción muy hermosa de alguien que tiene una voz agradable y puede tocar bien en un instrumento: porque oyen tus palabras, pero no las hacen', etc.

Ezequiel 33:32

Estas son las palabras de Dios al profeta Ezequiel, palabras en las que describe el efecto de la predicación del profeta sobre los hijos de su pueblo. Ezequiel fue la gran sensación del día; los hombres pensaban que debía ser lo correcto ir a escucharlo, escuchar con absorta atención el impetuoso torrente de sus palabras, y cuando se iban a discutir su mensaje en las puertas o en los techos de las casas. Pero su corazón no fue tocado, ni su vida fue afectada; era su imaginación lo que estaba fascinado y su comprensión lo que agradaba.

I. Este estado de cosas se reproduce exactamente en el caso de todo predicador popular. —Hombres de vida cruel o impura —cuyos corazones codiciosos— se agolpan para escuchar al predicador del día, porque sus palabras son dulces, porque su elocuencia está llena de melodía, porque se sienten por el momento cautivados — llevados de, levantados por encima de ellos mismos.

II. Ezequiel en su popularidad es un tipo, no solo de todos los predicadores menores, sino enfáticamente de Aquel que es el gran Profeta y Predicador del mundo, el Maestro de todas las edades, el Verbo Encarnado de Dios. —Una canción muy hermosa es la que canta el Salvador; ningún poeta, ningún profeta jamás cantó ni soñó, ni siquiera se esforzó (y el esfuerzo fracasó) por expresar algo tan dulce, tan pleno, tan subyugante como el Evangelio de la Gracia de Dios.

Y el que la canta tiene una voz muy agradable, porque más dulce es la voz de Cristo que la voz de cualquier ángel o arcángel, y de cualquiera de los coros celestiales, porque es la voz de un Hermano, y podemos sentir la simpatía, nosotros Puede comprender los matices de significado más sutiles y suaves que se entrelazan a través de la melodía. Por eso le encanta al mundo escuchar Su mensaje de salvación, llamarlo 'Gran Maestro', escuchar Sus palabras con complacida atención.

Ellos escuchan sus palabras, pero lo hacen no ellos. Nunca su voz sonará tan agradable, nunca su cántico tan hermoso, como cuando conducirá a los suyos a las glorietas eternas, y los que no son suyos serán excluidos para siempre. Sin embargo, este último ay inefable debe ser nuestra porción si el Evangelio es para nosotros, pero como una canción muy hermosa; si nuestra actitud hacia Cristo es de admiración, no de imitación; si escuchamos sus palabras pero no las hacemos.

—Canon R. Winterbotham.

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