1 Crónicas 22:1-19

1 Entonces David dijo: “Aquí estará la casa del SEÑOR Dios, y aquí estará el altar del holocausto para Israel”.

2 Después David mandó que se reunieran los extranjeros que habitaban en la tierra de Israel, y designó canteros que labraran piedras para edificar la casa de Dios.

3 También preparó David una gran cantidad de hierro para los clavos de las hojas de las puertas y para las junturas, y bronce en tal cantidad que no se podía pesar. La madera de cedro era incalculable,

4 porque los sidonios y los tirios habían llevado a David gran cantidad de madera de cedro.

5 Entonces dijo David: “Mi hijo Salomón es joven e inmaduro, y la casa que se ha de edificar al SEÑOR ha de ser grande y sublime, para renombre y gloria en todos los países. Yo, pues, haré los preparativos para él”. Y antes de su muerte David hizo muchísimos preparativos.

6 Entonces David llamó a su hijo Salomón y le mandó que edificara una casa al SEÑOR Dios de Israel.

7 David dijo a Salomón: “Hijo mío, he tenido en mi corazón el anhelo de edificar una casa al nombre del SEÑOR mi Dios;

8 pero vino a mí la palabra del SEÑOR, diciendo: ‘Tú has derramado mucha sangre y has llevado a cabo grandes guerras. No edificarás una casa a mi nombre, porque has derramado delante de mí mucha sangre en la tierra.

9 Pero he aquí, te nacerá un hijo que será un hombre pacífico, y yo le daré reposo de todos sus enemigos de alrededor. Ciertamente su nombre será Salomón, y en sus días yo daré paz y tranquilidad a Israel.

10 Él edificará una casa a mi nombre. Él será para mí, hijo; y yo seré para él, padre. Y afirmaré el trono de su reino sobre Israel para siempre’.

11 “Ahora pues, hijo mío, el SEÑOR sea contigo. Sé prosperado y edifica la casa del SEÑOR tu Dios, como él ha hablado de ti.

12 Que el SEÑOR te dé inteligencia y entendimiento, para que cuando te comisione sobre Israel guardes la ley del SEÑOR tu Dios.

13 Entonces serás prosperado, si cuidas de poner por obra las leyes y los decretos que el SEÑOR mandó a Moisés para Israel. Esfuérzate, pues, y sé valiente. ¡No temas ni desmayes!

14 He aquí que con grandes esfuerzos he provisto para la casa del SEÑOR tres millones trescientos mil kilos de oro y treinta y tres mil kilos de plata. El bronce y el hierro no pueden ser calculados por su cantidad. También he preparado madera y piedra, a lo cual tú añadirás.

15 Tienes contigo muchos obreros: canteros, albañiles, carpinteros y hombres expertos en toda obra.

16 El oro, la plata, el bronce y el hierro son incalculables. ¡Levántate y actúa! Y que el SEÑOR sea contigo”.

17 Asimismo, David mandó a todos los principales de Israel que dieran ayuda a su hijo Salomón. Y dijo:

18 “¿No está con ustedes el SEÑOR su Dios? ¿No les ha dado paz por todas partes? Ciertamente él ha entregado en mi mano a los habitantes del país, y la tierra ha sido sometida delante del SEÑOR y delante de su pueblo.

19 Dediquen, pues, su corazón y su alma a buscar al SEÑOR su Dios. Levántense y edifiquen el santuario del SEÑOR Dios, para traer el arca del pacto del SEÑOR y los utensilios sagrados de Dios a la casa que ha de ser edificada al nombre del SEÑOR”.

1 Crónicas 22:14 . En mi angustia, es decir, en mi estado de debilidad y guerras, he preparado cien mil talentos de oro y mil mil talentos de plata. David, habiendo triunfado sobre ocho naciones, debe haber recogido un inmenso botín y enriquecido sus ejércitos. No leemos de ningún príncipe, excepto Cræsus y Sardanapalus, que tenían un tesoro como este.

Un talento de oro era de tres mil siclos. Pero admitiendo que el siclo del santuario era dos veces más pesado que el siclo común, la mitad de la suma anterior es muy grande. Josefo saca nueve décimas partes de esta suma: hace diez mil talentos de oro y cien mil de plata, que los críticos estiman en sesenta y ocho millones de nuestro dinero. Josefo parece ser la verdadera lectura; la primera suma casi supera la credibilidad.

REFLEXIONES.

Además de los comentarios anteriores sobre este tema, debe notarse aquí, que David se aferró a la promesa hecha por Natán y la mantuvo firme, como siempre deben hacer los cristianos. Su alma abrazó las indicaciones recientes de que el templo del Señor era muy típico de la iglesia cristiana. David, habiendo convocado a los ancianos de Israel, en el lugar donde el Señor había requerido el sacrificio para detener la plaga mediante la expiación, expresa el gran deseo que tenía de construir una casa al nombre del Señor, y cómo fue rechazado, porque de sus guerras; y parece agregar por sí solo, porque había derramado mucha sangre.

Les informó que su hijo Salomón fue designado para ese honor. De ahí que este joven príncipe estuviera en su nombre, que significa paz, y en su reino y obra, una figura destacada del reino de Cristo; porque el Hijo del Hombre no vino para destruir la vida de los hombres, sino para salvarlos; y hará cesar las guerras hasta los confines de la tierra.

De ahí que de la misma manera vemos que Dios, en la economía de la providencia, no se deleita en la guerra y en la efusión de sangre. El juicio es su obra extraña. Y aunque le había dado a David muchas marcas extraordinarias de aprobación en sus guerras; sin embargo, esto se debió únicamente a que los medios más suaves no habían logrado traer de vuelta a los paganos mediante el arrepentimiento a la moralidad y la reforma a la simplicidad de su pacto con Noé.

Tenemos a continuación la gran piedad de David exhibida a gran escala. No desperdició sus tesoros en vano desfile; los puso para Dios el dador; y como amaba la religión en su juventud, hasta el último momento de su vida no pensó en hacer nada, ni por Dios ni por sus ministros. La vasta preparación de los materiales es una prueba de lo mucho que estaba su corazón en esta obra bendita: y aunque se prefería al hijo al padre, no se ofendió, sino que procedió con un corazón agradecido.

Qué sumisión, qué humildad, qué celo y qué reproche a esos cristianos que, por no poder ser los primeros en una obra popular, se niegan a actuar de forma secundaria, e incluso retienen las ayudas tan esenciales al diseño. En muchos casos ni siquiera le permiten a su ministro comida y ropa.

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