¿Quién soy yo? - Tenemos aquí el solemne discurso de David a Dios, en respuesta a su mensaje de gracia. ¡Cuán humildemente se humilla aquí y reconoce su propia indignidad! ¿Hasta qué punto promueve el nombre de Dios y admira su favor condescendiente? Con qué afecto devoto engrandece al Dios de Israel: ¡con qué seguridad edifica sobre la promesa! ¡Qué ejemplo es este de oración ferviente y creyente! ¡Que el Señor nos permita a todos así buscarlo!

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