Las huestes del cielo: esas criaturas gloriosas, que deben ser admiradas como obras maravillosas de Dios, pero no deben ser colocadas en lugar de Dios. Al condenar al más engañoso de todos los idólatras, insinúa cuán absurdo es adorar el cepo y las piedras, obra de manos de hombres. No he mandado, es decir, he prohibido. Tales expresiones negativas son enfáticas.

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