Y Dios escuchó sus gemidos, es decir, hizo que pareciera que se había dado cuenta de sus quejas. Los gemidos de los oprimidos claman fuerte a los oídos del Dios justo, a quien pertenece la venganza; especialmente los gemidos de los hijos de Dios, las cargas bajo las que gimen y las bendiciones por las que gimen. Y Dios se acordó de su pacto, que parecía haber olvidado, pero que en realidad siempre es consciente de ello.

Este Dios tenía en cuenta, y no en ningún mérito de ellos, en lo que hizo por ellos. Y Dios miró a los hijos de Israel; Moisés los miró y se compadeció de ellos, pero ahora Dios los miró y los ayudó. Y Dios tuvo respeto por ellos, un respeto favorable hacia ellos como si fueran suyos. La repetición frecuente del nombre de Dios da a entender que ahora debemos esperar algo grande. Sus ojos, que corren de un lado a otro por la tierra, están ahora fijos en Israel, para mostrarse fuerte, para mostrarse Dios a favor de ellos.

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