Este candelero tenía muchas ramas extraídas del eje principal, que no solo tenía cuencos para poner el aceite y la mecha encendida por necesidad, sino también pomos hechos en forma de granada y flores para adorno. El tabernáculo no tenía ventanas, toda su luz era la luz de las velas, lo que indica la relativa oscuridad de esa dispensación, mientras que el sol de justicia aún no había salido, ni la estrella del día de lo alto había visitado su iglesia.

Sin embargo, Dios no dejó a sí mismo sin testimonio, ni a ellos sin instrucción; el mandamiento era una lámpara, y la ley una luz, y los profetas eran ramas de esa lámpara, que alumbró en sus diversas edades. La iglesia todavía está a oscuras, como el tabernáculo, en comparación con lo que estará en el cielo; pero la palabra de Dios es el candelero, una luz que arde en un lugar oscuro.

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