Abre la boca: no guarda un silencio hosco ni está llena de palabras impertinentes, sino que habla con discreción y piedad, según la ocasión. En su lengua - Sus discursos están guiados por la sabiduría y la gracia, y no por pasiones desmesuradas. Y esta práctica se llama ley en su lengua, porque es constante y habitual, y procede de un principio interno y poderoso de la verdadera sabiduría.

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