ANÁLISIS.

Consolar y fortalecer a los cristianos sufrientes que vivían en las regiones mencionadas en el primer versículo fue el propósito principal de Pedro al escribir esta epístola. Para lograr estos objetivos en oraciones toscas que contienen pensamientos que arden y queman, en pocas palabras el escritor alude primero a su conversión, y el costo incalculable de la misma sobre los recursos del cielo. Porque en él se manifiesta el gran amor del Padre en el don de su Hijo, sin el cual hubiera sido imposible su conversión.

Luego se llama su atención a la sublime grandeza de su relación con Dios, que fue inaugurada por su conversión. Les llama la atención sobre el hecho de que fueron engendrados de nuevo en una esperanza viva por la resurrección de Cristo; que por su conversión llegaron a ser herederos de una herencia inmarcesible e incorruptible. Esta esperanza debe ser una gran fortaleza para ellos en el tiempo de la prueba. Todas las pruebas terminan pronto.

Las pruebas deben ser consideradas por ellos como pruebas de su fe. Así como el oro se purifica al fundirse, así las pruebas mejoran la fe. La firmeza bajo la prueba no solo resultó en bien para el que sufría, sino que tuvo un efecto para bien en el mundo; además, el que sufría sería recompensado con gran honor cuando viniera Cristo. Serían recompensados ​​en ese momento. Luego les llama la atención sobre el hecho de que, aunque no habían visto al Maestro, lo habían amado y regocijado en él, confiando en sus promesas, estando seguros de que por él ya través de él recibirían la recompensa.

Esta salvación era tan grande y de tanta importancia que los profetas deseaban mirarla, y hasta los ángeles se inclinaban a mirar sus misterios; Cristo había sufrido y estaba sentado a la diestra de Dios y, siguiendo su ejemplo al hacer la voluntad de Dios, podían esperar ser recompensados ​​como él. Luego pasa a la exhortación ferviente, a la esperanza de las bendiciones que Cristo les trae a su atención.

Estos debían ser heredados por ellos si eran fieles. Para evitar las lujurias e imitar el carácter santo de Dios, y temer a Dios en consideración del hecho de que habría un juicio para actuar así, les recuerda que esa compra no fue con plata y oro, sino con la sangre preciosa de Cristo. Les dice que habían purificado sus corazones al obedecer el evangelio. Esperaba que se amaran como hermanos, con corazones puros; que nacieron de simiente incorruptible, a saber, la palabra de Dios, y así todos se convirtieron en hijos de Dios.

No debe haber diferencia entre ellos en cuanto a alto o bajo; que el título más alto de la tierra se desvanecería como una flor, pero la posición más alta es la que alcanzan todos los que aman y obedecen al Señor, porque continuarán permaneciendo por toda la eternidad.

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