ANÁLISIS.

El objeto que tuve al escribir esta carta es estimularos, para que recordéis las palabras de los profetas acerca del reino de Cristo, y el mandamiento que os hemos dado los apóstoles de Jesucristo.

Una cosa que deseo que sepan desde el principio es que vendrán burladores en los últimos días, quienes se opondrán a nuestro evangelio y enseñanzas. Dirán, entre otras cosas, que afirmamos que la segunda venida de Cristo está cerca, y afirman que no hay señales de su venida. Dirán que todas las cosas son tal como eran desde el principio. En esto se equivocan, porque el mundo como era al principio fue destruido por el agua.

Además, su alegación de demora carece de fundamento. Se equivocan en esto. Dios no mide el tiempo como lo mide el hombre. Los días y los años son iguales para él en el cumplimiento de sus propósitos. No es holgazán, sino paciente, para que los hombres tengan oportunidad de arrepentirse, y no quiere que ninguno perezca. Tenga la seguridad, sin embargo, que el día del juicio vendrá, y tan inesperadamente como viene un ladrón para hurtar.

En ese momento los cielos desaparecerán, haciendo un gran ruido. Todo se derretirá con gran calor, y la tierra y todo lo que hay en ella se quemará. Sabiendo que estas cosas son ciertas, debéis ser santos y puros en todos vuestros actos hacia Dios y los hombres. Nosotros, sin embargo, tenemos la promesa de un cielo nuevo y una tierra nueva; no perverso como el presente, sino uno en el que sólo existirá la rectitud. En busca de este cielo nuevo y tierra nueva, los exhorto, amados hermanos, a ser fervientes y cuidadosos, para que cuando el Señor venga, los encuentre en paz y sin culpa.

Pablo también habló de estas cosas, y aunque escribió algunas frases difíciles de comprender, los indoctos y los que no son sanos en la fe solo las torcerán para su daño. Os exhorto a que os cuidéis, y no os dejéis llevar por las malas acciones de los falsos maestros o de las personas malvadas, y caigáis de vuestra estabilidad en la fe, sino, por el contrario, creced en el carácter cristiano y en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesús. Cristo. A él atribuimos ambos el honor de esta salvación, y para siempre.

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