Deuteronomio 8:1-20

1 “Cuidarán de poner por obra todo mandamiento que yo les mando hoy, para que vivan y sean multiplicados, y para que entren y tomen posesión de la tierra que el SEÑOR juró dar a sus padres.

2 “Acuérdate de todo el camino por donde te ha conducido el SEÑOR tu Dios estos cuarenta años por el desierto, con el fin de humillarte y probarte, para saber lo que estaba en tu corazón, y si guardarías sus mandamientos o no.

3 “Él te humilló y te hizo sufrir hambre, pero te sustentó con maná, comida que tú no conocías ni tus padres habían conocido jamás. Lo hizo para enseñarte que no solo de pan vivirá el hombre, sino que el hombre vivirá de toda palabra que sale de la boca del SEÑOR.

4 “Tu vestido nunca se ha envejecido sobre ti, ni tu pie se te ha hinchado en estos cuarenta años.

5 Reconoce, pues, en tu corazón, que como un hombre corrige a su hijo, así te corrige el SEÑOR tu Dios.

6 Guardarás los mandamientos del SEÑOR tu Dios, andando en sus caminos y teniendo temor de él.

7 “Ciertamente el SEÑOR tu Dios te introduce en una buena tierra: tierra de arroyos de agua, de manantiales y de fuentes del abismo que brotan en los valles y en los montes;

8 tierra de trigo, de cebada, de vides, de higueras y de granados; tierra de olivos ricos en aceite y de miel;

9 tierra en la cual no comerás el pan con escasez, pues nada te faltará en ella; tierra cuyas piedras son de hierro y de cuyas montañas extraerás cobre.

10 Comerás y te saciarás, y bendecirás al SEÑOR tu Dios por la buena tierra que te habrá dado.

11 “Cuídate de no olvidarte del SEÑOR tu Dios, dejando de guardar sus mandamientos, sus decretos y sus estatutos que yo te mando hoy.

12 No sea que cuando comas y te sacies, cuando edifiques buenas casas y las habites,

13 cuando se multipliquen tus vacas y tus ovejas, cuando se multipliquen la plata y el oro, y cuando se multiplique todo lo que tienes,

14 entonces se llegue a enaltecer tu corazón y te olvides del SEÑOR tu Dios, que te sacó de la tierra de Egipto, de la casa de esclavitud.

15 Él es quien te hizo caminar por un desierto grande y terrible, de serpientes ardientes y de escorpiones; una tierra sedienta donde no había agua. Él es quien sacó para ti agua del duro pedernal.

16 Él es quien te sustentó en el desierto con maná, comida que no habían conocido tus padres, con el propósito de humillarte y probarte para al final hacerte bien.

17 No sea que digas en tu corazón: ‘Mi fuerza y el poder de mi mano me han traído esta prosperidad’.

18 Al contrario, acuérdate del SEÑOR tu Dios. Él es el que te da poder para hacer riquezas, con el fin de confirmar su pacto que juró a tus padres, como en este día.

19 “Pero sucederá que si alguna vez llegas a olvidarte del SEÑOR tu Dios, y caminas en pos de otros dioses y les rindes culto postrándote ante ellos, entonces yo testifico hoy contra ustedes que perecerán totalmente.

20 Como las naciones que el SEÑOR destruirá delante de ustedes, así perecerán; porque no han escuchado la voz del SEÑOR su Dios.

El siguiente comentario cubre los capítulos 8, 9, 10 y 11.

En el capítulo 8, en el lenguaje más instructivo y conmovedor en cuanto al cuidado que Dios había tenido de ellos, mientras los mantenía en dependencia, y Su objetivo al hacerlo, también trae a la mente los tratos de Dios con ellos en el camino, [ 1] como motivo; y cómo Dios los había humillado y ejercitado, para que no se hincharan por el disfrute de las bendiciones de la buena tierra a la cual los estaba trayendo (porque fue Dios quien les dio la fuerza necesaria); que de otro modo Dios los destruiría, como había destruido a las naciones.

Por otra parte (cap. 9), les recuerda su continua perversidad, para mostrarles que no fue por su justicia, sino por la maldad de las naciones, que Dios los expulsó de delante de ellos. [2] Esto les aplica (cap. 10), recordándoles que Dios había renovado las tablas de la ley, exhortándolos a circuncidar sus corazones, a cuidar del extranjero, recordando cómo Dios los había engrandecido desde que descendieron como extranjeros. a Egipto.

Luego, en el capítulo 11, les trae a la memoria los juicios sobre los egipcios, y aquellos sobre Datán y Abiram; y les declara la hermosura y la excelencia de la tierra a la cual están a punto de entrar, una tierra sobre la cual los ojos de Jehová siempre se posaron; [3] y, por último, les presenta la bendición y la maldición que allí les esperaba, según su conducta, cuando fueron traídos; encargándoles que guarden cuidadosamente los mandamientos del Señor, y que los enseñen a sus hijos.

Y se añade que, guardando los mandamientos de Dios, podrían tomar posesión, según la plenitud de la promesa. Pero aquí todo depende de su obediencia a este pacto condicional que los hizo de Jehová, de quien debían ser exclusivamente; la gracia restauradora soberana no llega hasta el capítulo 30.

Nota 1

Ver particularmente Deuteronomio 8:2-4 ; Deuteronomio 8:15-16 .

Nota 2

Es importante tener esto en cuenta. Israel era la vara en la mano de Dios para librarse del mal intolerable. Por lo tanto, tampoco fueron de sobra.

Nota 3

Los términos en que esto se expresa presentan un contraste perfectamente hermoso entre el cuidado del hombre en la búsqueda de la bendición y la gracia de lo alto.

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