El siguiente comentario cubre los capítulos 40, 41, 42 y 43.

La parte restante de la profecía es el establecimiento de Su santuario en medio de Su pueblo. El lector percibirá que encontramos en este último Capítulo una revelación del mismo tipo que la dada a Moisés para el tabernáculo, y a David para el templo, sólo que en este caso los detalles se conservan en los escritos dados al pueblo por inspiración, como testimonio para el tiempo venidero, y para la conciencia en todos los tiempos.

Dios se interesa por su pueblo. Él restablecerá Su santuario entre los hombres. Mientras tanto, el testimonio de esto ha sido dado al pueblo para ponerlo bajo la responsabilidad que implica esta buena voluntad de Dios para con él. Porque se mandó al profeta que contara a la casa de Israel todo lo que había visto; y así lo hizo. Cuando se han dado las dimensiones de las diferentes partes de la casa, la gloria de Jehová llena la casa, en la visión, como sucedió históricamente en la dedicación del tabernáculo y del templo.

Ezequiel 43:7 proclama que la casa, que es el trono y el estrado de los pies de Jehová, nunca más debe ser profanada por cosas profanas. El profeta entonces declararía que, si Israel renunciaba a su infidelidad, Jehová volvería a morar allí. Así el pueblo queda colocado en todo momento bajo esta responsabilidad.

El profeta debía mostrar la casa a Israel para que se arrepintieran; y, si se arrepentían, debía explicárselo en detalle. Y es esto lo que sucede al final. Las ordenanzas de la casa les serían mostradas, si se humillaban; y en vista de esto el profeta anuncia todo lo que había que hacer para la purificación y la consagración del altar, a fin de que se pudiera realizar el servicio regular.

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