Isaías 33:1-24

1 ¡Ay de ti, que destruyes, y nunca fuiste destruido; que traicionas, y a tib no teb han traicionado! Cuando acabes de destruir, tú serás destruido; y cuando acabes de traicionar, te traicionarán.

2 ¡Oh SEÑOR, ten misericordia de nosotros, porque en ti hemos confiado! Sé tú nuestro brazo cada mañana; sé también nuestra salvación en el tiempo de angustia.

3 Los pueblos huyen ante el estruendo del tumulto; cuando tú te levantas, se dispersan las naciones.

4 El botín fue amontonado como se amontonan las orugas; como se lanzan las langostas, se lanzan sobre él.

5 ¡Exaltado sea el SEÑOR, porque mora en las alturas! Él ha llenado a Sion de derecho y de justicia.

6 Y él será la seguridad de tus tiempos, un depósito de salvación, de sabiduría y de conocimiento. El temor del SEÑOR será su tesoro.

7 He aquí que sus héroes claman en las calles; los embajadores de la paz lloran amargamente.

8 Los caminos nos han quedado desolados; los caminantes han dejado de pasar. Él ha violado la alianza y ha rechazado a los testigos. No ha tenido respeto a los hombres.

9 La tierra se ha secado y languidece. El Líbano se ha avergonzado y se ha marchitado. Sarón se ha convertido en Arabá; Basán y el Carmelo se han sacudido.

10 “Ahora me levantaré”, dice el SEÑO “Ahora seré exaltado; ahora seré ensalzado.

11 Concibieron paja y dieron a luz rastrojo. Su aliento será un fuego que los consuma.

12 Los pueblos serán completamente calcinados; como espinas cortadas serán quemados en el fuego.

13 Ustedes que están lejos, oigan lo que he hecho; y ustedes que están cerca, conozcan mi poder”.

14 Los pecadores en Sion tienen temor; el estremecimiento se ha apoderado de los impíos. “¿Quién de nosotros podrá habitar con el fuego consumidor? ¿Quién de nosotros podrá habitar con las llamas eternas?”.

15 El que camina en justicia y habla con rectitud, el que aborrece el lucro de la opresión, el que sacude sus manos para no recibir soborno, el que tapa sus oídos para no oír de hechos de sangre, el que cierra sus ojos para no ver la iniquidad,

16 él vivirá en las alturas, y una fortaleza de roca será su alto refugio. Su pan le será provisto y su agua no faltará.

17 Tus ojos verán al Rey en su hermosura; verán una tierra que se extiende a la distancia.

18 Tu corazón reflexionará acerca del horror y dirá: “¿Dónde está el escriba? ¿Dónde está el que pesaba el tributo? ¿Dónde está el que pasaba revista a las torres?”.

19 Pero no verás más a aquel pueblo insolente, aquel pueblo de lengua difícil de entender, que balbucea una lengua incomprensible.

20 Contempla a Sion, la ciudad de nuestras solemnidades. Tus ojos verán a Jerusalén, una morada tranquila, una tienda que nunca será desarmada. Nunca serán arrancadas sus estacas ni será rota ninguna de sus cuerdas.

21 Porque ciertamente allí el SEÑOR será poderoso para con nosotros, un lugar de ríos y anchas corrientes, por donde no irá ninguna embarcación de remos ni una nave poderosa pasará por él.

22 Porque el SEÑOR es nuestro Juez; el SEÑOR es nuestro Legislador. El SEÑOR es nuestro Rey; él mismo nos salvará.

23 Tus cuerdas se han aflojado; no pueden sostener el soporte de su mástil ni desplegar la vela. Pero entonces repartirán la presa, un cuantioso botín, y hasta los cojos arrebatarán la presa.

24 Ningún morador dirá: “Estoy enfermo”. Al pueblo que habite en ella le será perdonada su iniquidad.

El siguiente comentario cubre los Capítulos 33 y 34.

Los capítulos 33, 34 anuncian los dos últimos grandes actos del juicio. En el momento en que Dios se establece en Sión, y la llena de justicia, aparece en escena un último y poderoso enemigo (que creo que es el mismo Gog de Ezequiel), que había subido para saquear la tierra. Pero hay quienes esperan en Jehová, y Él se levanta, y el enemigo es puesto en fuga. Recogen el botín de los que pensaban saquear a Israel.

En los Versículos 14, 15 ( Isaías 33:14-15 ), se distingue al remanente fiel. El Mesías aparece en Su belleza; y estando todos en paz después de la destrucción de este enemigo, las partes más distantes de la tierra están abiertas a los habitantes de Sión, que está establecida en seguridad para siempre. El capítulo 34 revela los terribles juicios que caerán sobre las demás naciones de Edom (comparar con el cap.

63). [1] Aquí están los que han oprimido a Sion, y la venganza que Dios toma sobre los opresores. Idumea es en sí misma el objeto particular de esto; pero todos los enemigos de Israel, que estaban asociados con Edom, los ejércitos de las naciones reunidas contra Jerusalén, perecerán por el juicio de Jehová en la tierra de Edom.

Nota 1

Compárese también con Salmo 83 y Abdías.

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