El capítulo 36 nos proporciona otro ejemplo de la obstinación con que los reyes de Judá despreciaron el llamamiento y el testimonio de Dios. Jeremías fue encerrado; pero Dios nunca puede fallar en los medios para dirigir Su testimonio al hombre, por más esfuerzos que hagan para escapar de él. Baruc es empleado para escribir las profecías de Jeremías y leerlas, primero al pueblo, luego a los príncipes y finalmente al rey mismo.

Pero este último, endurecido en sus malos caminos, destruye el rollo. Jeremías, por dirección de Dios, hace que se escriban de nuevo las mismas palabras; y otros también, porque no descuida ningún medio para alcanzar y asir de nuevo la conciencia del pueblo. Pero todo fue inútil.

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