El siguiente comentario cubre los Capítulos 39 al 44.

Después de esto, el capítulo 39 y los capítulos siguientes nos dan la historia de la confusión e iniquidad que reinó entre el remanente que no fue llevado cautivo a Babilonia, para que fueran esparcidos y todos llevaran cabalmente el juicio que Dios había pronunciado. Sin embargo, si en esta última hora este remanente se hubiera sometido al yugo de Nabucodonosor, la paz hubiera reinado en la tierra, y estos pocos que quedaron la hubieran poseído.

Pero algunos se rebelan, y los otros temen las consecuencias de su locura. No hay idea de confiar en Jehová. Consultan a Jeremías, pero se niegan a obedecer la palabra del Señor de su boca. Se refugian en Egipto para escapar de Nabucodonosor, pero solo para caer bajo la espada que los habría perdonado en Judea, si hubieran permanecido allí sujetos al rey. En Egipto se entregan a la idolatría, para que la ira de Dios caiga sobre ellos hasta el final. Sin embargo, Dios perdonaría incluso a un pequeño remanente de estos, pero Faraón-hofra, en quien confiaban, debería ser entregado en manos de Nabucodonosor, como lo había sido Sedequías.

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