Las victorias de Israel traen una nueva guerra sobre ellos; pero la confederación de sus enemigos sólo sirve para entregarlos todos juntos en sus manos. Si Dios no tendrá paz, es porque tendrá la victoria. Ahora se nos presenta un nuevo principio. Dios de ninguna manera permitirá que la sede del poder del mundo se convierta en la de Su pueblo; porque su pueblo depende exclusivamente de él. La consecuencia natural de tomar Hazor habría sido convertirla en la sede del gobierno y en un centro de influencia en el gobierno de Dios, de modo que esta ciudad fuera para Dios lo que antes había sido para el mundo; "porque Hazor antes de tiempo era la cabeza de todos esos reinos.

"Pero fue todo lo contrario. Hazor está totalmente destruida. Dios no dejará un vestigio del poder anterior; Él hará nuevas todas las cosas. El centro y la fuente del poder deben ser Suyos, entera y exclusivamente Suyos: una lección muy importante por Sus hijos, si ellos conservaran su integridad espiritual.

En cierto sentido, la conquista de la tierra parecía completa; es decir, no quedaban fuerzas exteriores, ni para estar de pie ante ellos ni para formar un reino. Pero Israel tenía todavía muchos enemigos en esta tierra, enemigos que, en verdad, no los molestaron mientras permanecieron fieles, pero que enseñaron al pueblo muchas cosas que después ayudaron a su ruina. Habían dividido la tierra conquistada; tuvieron descanso de la guerra. Cuando todo esté terminado, podemos contar nuestras victorias, pero no antes; hasta entonces debemos estar más bien ocupados en ganar más.

Podemos señalar aquí que, como resultado de los tratos de Dios, la falta cometida previamente al ataque a Hai parece borrada, y hasta ha contribuido al desarrollo de Sus propósitos. En ese momento los había retenido y fue castigado. Pero Dios se aplicó a Sí mismo a la restauración moral de Israel a la confianza de la fe, y el gran objetivo de Sus tratos no fue impedido de ninguna manera. Esto no es excusa; pero es un dulce y fuerte consuelo que lleva tanto más a la adoración.

Más grave me parece la falta cometida en lo de los gabaonitas. No retrasó su progreso; pero, siendo el acto de Josué y los príncipes, los colocó para siempre en una posición falsa con respecto a aquellos a quienes perdonaron. El capítulo 11 cierra la primera división del libro, es decir, la historia de las victorias de Josué (típicamente la del poder del Señor por el Espíritu, dando a Su pueblo posesión de las promesas).

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