Levítico 13:1-59

1 El SEÑOR habló a Moisés y a Aarón diciendo:

2 “Cuando alguien tenga en la piel de su cuerpo hinchazón, costra o mancha clara y se convierta en la piel de su cuerpo en llaga de lepra, será traído al sacerdote Aarón o a uno de sus hijos sacerdotes.

3 El sacerdote examinará la parte afectada en la piel del cuerpo. Si el pelo en la llaga se ha vuelto blanco y la llaga parece más hundida que la piel de su cuerpo, es llaga de lepra. Cuando el sacerdote lo haya examinado, lo declarará impuro.

4 “Si en la piel de su cuerpo hay una mancha clara blanquecina, pero no parece más hundida que la piel ni su pelo se ha vuelto blanco, el sacerdote aislará al enfermo durante siete días.

5 Al séptimo día el sacerdote lo examinará. Si según su parecer la llaga se ha mantenido igual y no se ha extendido en la piel, el sacerdote lo volverá a aislar durante otros siete días.

6 Al séptimo día lo examinará de nuevo. Y he aquí que si la llaga aparece descolorida y no se ha extendido, el sacerdote lo declarará puro; solo era una erupción. El enfermo lavará su ropa y quedará puro.

7 “Pero si la erupción se ha extendido notablemente por la piel, después que él se haya mostrado al sacerdote para su purificación, se presentará otra vez ante el sacerdote.

8 El sacerdote lo examinará, y he aquí que si la erupción se ha extendido en la piel, él lo declarará impuro; es lepra.

9 “Cuando alguien tenga llaga de lepra, será traído al sacerdote.

10 Él lo examinará; y he aquí que si aparece una hinchazón blanca en la piel que ha hecho que el pelo se vuelva blanco y ha hecho aparecer la carne viva,

11 es lepra crónica en la piel de su cuerpo. El sacerdote lo declarará impuro; no lo aislará, porque ya es impuro.

12 “Pero si la lepra brota intensamente en la piel y cubre toda la piel del cuerpo del enfermo, desde su cabeza hasta sus pies, hasta donde los ojos del sacerdote puedan ver,

13 el sacerdote lo examinará. Y he aquí que si la lepra ha cubierto todo su cuerpo, declarará puro al enfermo; pues si toda ella se ha vuelto blanca, él es puro.

14 Pero si aparece en él la carne viva, será impuro.

15 El sacerdote examinará la carne viva y lo declarará impuro. La carne viva es inmunda; es lepra.

16 “Cuando la carne viva cambie y se vuelva blanca, vendrá al sacerdote.

17 Este lo examinará, y he aquí que si la llaga se ha vuelto blanca, el sacerdote declarará purificado al que tuvo la llaga; y será puro.

18 “Cuando en la piel de su cuerpo haya habido una úlcera y esta se haya sanado,

19 si aparece en el lugar de la úlcera una hinchazón blanca o una mancha blanca rojiza, será mostrada al sacerdote.

20 Este la examinará; y he aquí que si parece estar más profunda que la piel y su pelo se ha vuelto blanco, el sacerdote lo declarará impuro. Es llaga de lepra que brotó en la úlcera.

21 “Si el sacerdote la examina, y he aquí que no hay en ella pelo blanco ni está más hundida que la piel, sino que está descolorida, el sacerdote lo aislará durante siete días.

22 Si se ha extendido por la piel, el sacerdote lo declarará impuro; es lepra.

23 Pero si la mancha blanca se ha detenido en su lugar y no se ha extendido, es la cicatriz de la úlcera. El sacerdote lo declarará puro.

24 “Asimismo, cuando la piel del cuerpo tiene quemadura de fuego y en la carne viva de la quemadura aparece una mancha clara, rojiza o blanca,

25 el sacerdote la examinará. Y he aquí que si el pelo en la mancha se ha vuelto blanco y esta parece estar más hundida que la piel, es lepra que se originó en la quemadura. El sacerdote lo declarará impuro; es llaga de lepra.

26 “Pero si el sacerdote la examina, y he aquí que no aparece en la mancha el pelo blanco ni está más hundida que la piel, sino que aparece descolorida, el sacerdote lo aislará durante siete días.

27 Al séptimo día el sacerdote lo examinará. Y si se ha extendido por la piel, el sacerdote lo declarará impuro; es llaga de lepra.

28 Pero si la mancha blanca se ha detenido en su lugar y no se ha extendido en la piel, sino que aparece descolorida, es hinchazón de la quemadura. El sacerdote lo declarará puro, porque es solo la cicatriz de la quemadura.

29 “Cuando a un hombre o a una mujer le salga una llaga en la cabeza o en la barba,

30 el sacerdote examinará la llaga. Y he aquí que si parece estar más hundida que la piel y el pelo en ella es amarillento y delgado, entonces el sacerdote lo declarará impuro. Es tiña o lepra de la cabeza o de la barba.

31 Pero si el sacerdote examina la llaga de tiña, y he aquí que no parece estar más hundida que la piel ni hay en ella pelo amarillento, el sacerdote aislará al enfermo de tiña durante siete días.

32 Al séptimo día el sacerdote examinará la llaga. Y he aquí que si la tiña no parece haberse extendido ni hay en ella pelo amarillento, ni tampoco parece la llaga más hundida que la piel,

33 entonces se afeitará, excepto en el lugar de la tiña. Luego el sacerdote lo aislará durante otros siete días.

34 Al séptimo día el sacerdote examinará la tiña. Y he aquí que si la tiña no se ha extendido en la piel ni parece estar más hundida que esta, el sacerdote lo declarará puro. Él lavará su ropa y quedará puro.

35 “Pero si la tiña se ha extendido en la piel después de su purificación,

36 el sacerdote lo examinará. Y he aquí que si la tiña se ha extendido en la piel, no busque el sacerdote el pelo amarillento. Es impuro.

37 Pero si le parece que la tiña está detenida y que ha crecido en ella pelo negro, la tiña está sanada. Él es puro, y el sacerdote lo declarará puro.

38 “Asimismo, cuando un hombre o una mujer tenga en la piel de su cuerpo manchas, manchas blancas,

39 el sacerdote las examinará. Y he aquí que si las manchas en la piel de su cuerpo son blancas, algo descoloridas, es eczema que brotó en la piel. Dicha persona es pura.

40 “Cuando a un hombre se le cae el cabello, es calvo pero puro.

41 Si pierde el cabello en la parte delantera de la cabeza, es calvo por delante, pero puro.

42 No obstante, si en la calva trasera o delantera aparece una llaga blanca rojiza, es lepra que brota en su calva trasera o delantera.

43 El sacerdote lo examinará; y he aquí que si la hinchazón de la llaga blanca rojiza en la calva trasera o delantera es semejante a la lepra en la piel del cuerpo,

44 es leproso; es impuro. El sacerdote lo declarará impuro; en su cabeza tiene la llaga.

45 “En cuanto al leproso que tiene la llaga, sus vestidos serán rasgados, y su cabeza será despeinada. Se cubrirá hasta la nariz y pregonará: ‘¡Impuro! ¡Impuro!’.

46 Todo el tiempo que tenga la llaga, quedará impuro. Siendo impuro, habitará solo, y su morada estará fuera del campamento.

47 “Cuando una mancha de lepra esté en un vestido, sea vestido de lana o vestido de lino,

48 esté en la urdimbre o en la trama de lino o de lana, así como en cuero o en cualquier objeto de cuero;

49 si la mancha en el vestido, en la urdimbre, en la trama o en cualquier objeto de cuero es verdosa o rojiza, es mancha de lepra. Ha de ser mostrada al sacerdote.

50 El sacerdote examinará la mancha y aislará el objeto manchado durante siete días.

51 Al séptimo día examinará la mancha. Si se ha extendido en el vestido, en la urdimbre, en la trama, en el cuero o en cualquier objeto que se hace de cuero, es lepra maligna. Será inmunda.

52 Quemará el vestido de lana o de lino, la urdimbre o la trama, o cualquier objeto de cuero donde esté la mancha, porque es lepra maligna; será quemado en el fuego.

53 “Si el sacerdote examina la mancha, y he aquí que no parece haberse extendido en el vestido, en la urdimbre, en la trama o en el objeto de cuero,

54 el sacerdote mandará lavar el lugar donde está la mancha y lo aislará otros siete días.

55 El sacerdote lo examinará después de lavada la mancha. Y he aquí que si parece que la mancha no ha cambiado de aspecto, aunque esta no se haya extendido, es inmundo. Lo quemarás al fuego. Es una corrosión, ya esté en el derecho o en el revés del objeto.

56 “Pero si el sacerdote lo examina y la mancha aparece descolorida después de lavada, la cortará del vestido, del cuero, de la urdimbre o de la trama.

57 Si aparece otra vez en el vestido, en la urdimbre, en la trama o en cualquier objeto de cuero, rebrotando sobre él, quemarás en el fuego el objeto en el cual está la mancha.

58 Pero el vestido, la urdimbre, la trama o cualquier objeto de cuero que laves y que se le quite la mancha, deberá ser lavado por segunda vez y quedará limpio”.

59 Estas son las instrucciones acerca de la mancha de lepra en un vestido de lana o de lino, en la urdimbre o en la trama, y en cualquier objeto de cuero, para que sea declarado limpio o inmundo.

El siguiente comentario cubre los Capítulos 13 y 14.

La lepra requiere un poco más de detalle. Se encontraba en personas, en vestidos, en casas. La lepra era el pecado actuando en la carne. El hombre espiritual, el sacerdote, discierne al respecto. Si aparece la carne viva, es inmundo; la fuerza de la carne está en acción. Si el hombre estaba completamente blanco, era solo el efecto, como el pecado completamente confesado pero ya no activo; estaba limpio. La cosa se extiende en el hombre, si es mala en la carne.

El primer paso es que él confiese; y confesar bajo pleno discernimiento espiritual, y el juicio de Dios que ha sacado a la luz lo que actuaba en su naturaleza. Se decide como quien es juzgado y detectado. No tiene parte en la asamblea de Dios, aunque forma parte de ella en un sentido. Está fuera, fuera del campamento.

La lepra (pecado) se manifestaba en las circunstancias, en lo que nos rodea, así como en la conducta personal. Si sólo era una mancha, el vestido estaba lavado, y quedaba limpio; si la mancha de la plaga, por el contrario, se extendía, todo se quemaba; si la plaga, aunque no se había extendido, permanecía, después del lavado, sin cambios, todo se quemaba. Si cambiaba y no se extendía más, la mancha se arrancaba. Si nos contaminamos así por nuestras circunstancias, y no está en las cosas mismas, solo necesitamos lavarnos y quedarnos donde estamos; si una parte de ellos es esencialmente mala, que se extendió de manera contaminante en toda nuestra condición, toda esa parte de nuestra vida exterior debe ser abandonada; si, a pesar del lavado, el pecado todavía se encuentra allí, si no podemos caminar en él con Dios, tal posición debe ser totalmente abandonada a toda costa;

En cuanto a la purificación, primero se consideraba que el leproso estaba fuera del campamento, no perteneciendo a él; pero si la actividad de la enfermedad se detuvo en él, fue sanado, pero aún no purificado. Así, este tipo supone que la carne, en lugar de ser activa y característica del estado del hombre, es juzgada y detenida en su actividad. Es el goce de una relación reconocida con Dios lo que se va a establecer [1].

La primera parte de la purificación se relaciona con esta posición. Cristo estando muerto y resucitado, el hombre rociado con Su sangre es apto, en cuanto a la controversia con Dios, y Sus requisitos, para entrar en el campo del pueblo de Dios; y entonces puede participar de la eficacia de los medios que ellos pueden usar allí, de lo que se encuentra dentro, para presentarse como aceptable ante el tabernáculo de Dios.

Dos pájaros debían ser tomados, y uno matado por alguien, a la orden del sacerdote; porque el oficio del sacerdote nunca comenzaba propiamente hasta que había sangre para ofrecer o rociar, aunque el sumo sacerdote representaba a Israel en el gran día de la expiación [2]. Los dos pájaros, sin embargo, están identificados, de modo que no oímos más de lo que fue muerto, aunque la eficacia de la sangre sea todo en la obra de limpieza; el segundo se sumerge en la sangre del primero.

Así Cristo muerto ya no se encuentra; pero, resucitado, rocía Su sangre, como sacerdote, sobre el pecador inmundo. El vaso de barro, sobre el agua corriente, nos presenta la eficacia del Espíritu Santo, según cuya eficacia todopoderosa, en Cristo hombre, se ha realizado esta obra de la muerte de Jesús: por el Espíritu eterno que ofreció él mismo sin mancha para Dios, habiendo Dios resucitado de entre los muertos al gran Pastor de las ovejas, por la sangre del pacto eterno. Él, el pecador, estaba bajo la eficacia de la obra de Cristo.

Pero ahora está, antes de que pueda ofrecer, el trabajo realizado en sí mismo, la limpieza real aplicada a él. El que se limpió a sí mismo, se lavó a sí mismo, una purificación tanto de agua como de sangre, que siempre se encuentra; el juicio moral del pecado visto como aquello que excluye de la presencia de Dios, de modo que el pecador es, en principio y en la fe, tanto moral como judicialmente limpio. De la última sangre es el emblema; pero el agua es la estimación del pecado como se muestra en la muerte de Cristo y el abandono de Dios.

Es en virtud de la muerte de Cristo, vista como Su obra por nosotros, porque el agua sale de Su costado traspasado. Vino por agua y sangre. El leproso se deshace de cualquier cosa a la que pudiera haberse adherido o tenido participación la impureza, y ahora entra en el campamento; y comienza la obra de ponerlo en comunión con Dios en su conciencia [3].

Esto es mediante la realización de toda la eficacia de la obra de Cristo, con referencia a la conciencia misma, no sólo en cuanto a la aceptación de la persona, según el conocimiento de Dios de esa aceptación, sino en cuanto a la purificación de la conciencia, y en cuanto a una conocimiento de Dios, basado en una apreciación moral de la obra de Cristo en todos los aspectos, y la excelente obra del poder del Espíritu de Dios. Esta es la segunda parte de la limpieza del leproso, la que tuvo lugar después de que había vuelto a entrar en el campamento.

Es importante reconocer la obra de Cristo bajo estos dos aspectos; su eficacia intrínseca para la aceptación de la persona por un lado; y, por otro, la purificación de la conciencia misma, para que haya comunión con Dios, según el precio y la perfección de esa obra, conocida en la conciencia como medio de acercamiento a Dios, y como condición moral de esa cercanía.

Examinemos ahora lo que sucedió. Lo primero fue la ofrenda por la transgresión. La conciencia debe ser purificada, por la sangre de Cristo, de todo lo que, de hecho, se le imputa, o sería imputable en el día del juicio; y el hombre debe consagrarse a Dios con una inteligencia que aplique el valor de esa sangre a todo su andar, a toda su conducta, a todos sus pensamientos, y sobre el principio de la obediencia perfecta.

Es la purificación judicial de todo el hombre, sobre el principio de la obediencia inteligente, una purificación que actúa sobre su conciencia, no meramente una regla externa para un hombre libre del poder presente del pecado, sino una purificación de su conciencia sentida en el conocimiento del bien y del mal, de los cuales la sangre de Cristo es la medida ante Dios. Siendo el hombre pecador, habiendo fracasado, la obra debe hacerse en la conciencia, la cual toma un humilde conocimiento de ella; y al ser limpiado por la preciosa eficacia de la sangre de Cristo, lo hace por el dolor de todo lo que es contrario a la perfección de esa sangre, y que ha requerido su derramamiento.

Es así como se consagra el hombre. El corazón se purifica primero en la conciencia. Las cosas a las que había cedido son como traídas a la conciencia, la cual toma un doloroso conocimiento de ellas, según el valor de la sangre del precioso Cordero de Dios, el cual, sin mancha, y perfecto en la obediencia , tuvo que sufrir la agonía causada por el pecado del que tenemos que ser limpiados-miserables criaturas que somos.

Después el corazón progresa en la potencia de su comunión, por el conocimiento de los objetos más preciosos de su fe. En cuanto a la comunión, aunque nunca en cuanto a la conciencia de imputación (ver Hebreos 10 ), y en cuanto a la comunión es por agua (ver Juan 13 y 1 Juan 2 ).

Esta obra debe continuar de vez en cuando en la conciencia, siempre que haya algo en nuestra naturaleza que no esté sujeto a Cristo, que no sea llevado cautivo a la obediencia de Cristo.

La sangre, entonces, fue puesta en la punta de su oreja derecha, su mano derecha, su pie derecho; sus pensamientos, su conducta y su andar fueron purificados en el principio de la obediencia de acuerdo a la medida de la muerte de Cristo, y la pretensión de el amor que se muestra en él. Sobre eso rociaron aceite, la presencia y la influencia santificadora del Espíritu Santo tal como se nos da, por el cual somos ungidos y sellados, no lavando (que fue tipificado por el agua, la aplicación de la palabra por el Espíritu), pero dado a consagrar en conocimiento y poder de propósito y afecto a Dios (con cualquier don que se le agregue); siendo así consagrado todo el hombre, según la inteligencia y la devoción obrada por el Espíritu Santo, a Dios.

Después de eso, el aceite fue puesto sobre su cabeza, quedando así toda su persona consagrada a Él. La obra estaba completa sobre el que iba a ser purificado [4]. Después de eso se ofreció la ofrenda por el pecado; es decir, Cristo (no sólo para la purificación de la conciencia en un sentido práctico, por sus faltas actuales, sino para que el pecado pueda ser juzgado en toda su extensión ante Dios; porque Cristo fue hecho pecado por nosotros, así como cargó con nuestros pecados ) actúa así sobre nuestras conciencias con respecto a esos pecados- nos hace estimar el pecado, tal como es en sí mismo, visto en el sacrificio de Cristo.

Entonces se ofrecía el holocausto con la ofrenda de cereal; la primera, la apreciación de la perfección de la muerte de Cristo, vista como la entrega de sí mismo a Dios hasta la muerte, para vindicar todos los derechos de su majestad y quitar el pecado por el sacrificio de sí mismo, en vista de la existencia de pecado; el segundo, la impecabilidad absoluta de Cristo, su perfección y el poder que actúa del Espíritu en él hasta la muerte, y la plena prueba por medio de ella.

Esta muerte fue de una perfección infinita en sí misma, como obra, pues se puede decir: "Por eso me ama el Padre, porque yo doy mi vida, para volverla a tomar". No fue como llevar nuestros pecados, sino una devoción absoluta a Dios y Su gloria, en las circunstancias a las que el pecado nos había llevado, y a las que Cristo también vino por gracia, para que Dios pudiera ser plenamente glorificado en Él. En la ofrenda se encontraba, además, toda la perfección de la gracia de Cristo en su vida-humanidad, pura sin duda, pero amasada con aceite; la humanidad teniendo en sí toda la fuerza, el gusto y el olor del Espíritu Santo en su naturaleza; porque es en ese aspecto que se presenta aquí, no como ungido con aceite [5] -como poder- sino amasado con aceite en su sustancia. Ahora el hombre está limpio.

Y cuán grande es la importancia y la realidad de la reconciliación de un alma con Dios, si valora todo lo que así se desarrolla de la obra de Cristo, y de su aplicación al alma; y ciertamente su reconciliación no tiene lugar sin ella. ¡Pobre de mí! nuestros corazones frívolos pasan, quizás a la ligera, sobre esto y los tratos de esa mano de Dios que hace cosas maravillosas con la tranquila facilidad que dan la gracia y el poder perfectos.

Sin embargo, vemos,. a veces, en algunas almas (según la sabiduría de Dios), la angustia y el sufrimiento que acompañan a esta obra, cuando la conciencia, en vista de la realidad de las cosas delante de Dios, y por Cristo, toma conocimiento del estado del corazón , pecaminoso y distante de Dios en su naturaleza. Esta es la restauración del alma por parte de Dios. Todo es obra del poder divino, no meramente en cuanto a la obra y resurrección de Cristo, sino incluso en cuanto al alma misma; porque el caso aquí bajo suposición es el de un hombre ya vitalmente limpio.

El sacerdote lo juzgó ya limpio, pero el leproso no fue él mismo restituido a Dios en su conciencia [6]; y el Espíritu de Dios, con este fin, recorre la obra de Cristo, y su aplicación al alma misma, y ​​su relación con la obra y presencia del Espíritu Santo en su obra, sea en la purificación del pecador, sea en la consagración el hombre. ¡Que nuestro Dios misericordioso nos haga estar atentos a esto! felices de que la obra sea suya, aunque se lleve a cabo tanto en nosotros como para nosotros.

Queda por considerar lepra en una casa. En el caso del leproso, el todo se refería al tabernáculo. Todavía estaban en el desierto: el andar en el mundo era lo que estaba en cuestión. Pero aquí se supone el estar en la tierra prometida. No se refiere a la limpieza de la persona; es más propio de una asamblea. Cuando aparece allí la inmundicia, sacan las piedras y el yeso: el camino exterior está muy cambiado, y los individuos que han corrompido este camino son sacados y echados entre los inmundos.

Si todo se cura, la casa permanece; si no, se destruye por completo; el mal está en la asamblea misma, y ​​era manifiesto, como en el caso del leproso. Si su origen estaba en las piedras quitadas, si sólo estaba allí, el fin se cumplió quitando las piedras y quitando el yeso, reformando todo el paseo exterior. La purificación consistía en quitar a los impíos que corrompían el testimonio público, el que se manifestaba fuera.

No se trataba de restaurar la conciencia; el todo descansa de nuevo sobre la eficacia primitiva de la obra de Cristo, que hace a la asamblea aceptable ante Dios. Encontraremos que el apóstol Pablo, en sus epístolas dirigidas a las asambleas, dice: "gracia y paz"; y, cuando escribe a individuos, agrega "misericordia". Filemón parece una excepción; pero la iglesia se dirige a él. En el caso de las vestiduras no se trata de limpiar la propia persona, sino de deshacerse de las circunstancias viciadas.

Vemos que el caso de la casa se presenta por separado, estando en la tierra prometida, y no en el camino del desierto. La misma verdad se encuentra en la aplicación, no lo dudo. La asamblea está en la tierra de promisión; el individuo camina en el desierto. Sin embargo, allí se pueden encontrar piedras que corrompen la casa.

Nota 1

Esta diferencia es importante; es aquella entre la obra en nosotros que hace que un pecado sea cosa juzgada en nosotros, juzgado por nosotros, y la obra de Cristo que suponiendo eso, nos pone en condición de relación con Dios.

Nota 2

Fue el sumo sacerdote quien lo hizo, pero no fue un acto propiamente sacerdotal. Es decir, no se trataba de ir entre los individuos o incluso el pueblo y Dios, sino de representarlos como tales en su propia persona: como Cristo, su pueblo en la cruz.

Nota 3

Cuando se trataba de consagrar a los que eran reconocidos en su persona (los sacerdotes), primero eran lavados, y el sacrificio de Cristo, visto bajo todos los aspectos, era la medida de su relación con Dios en todos los sentidos, y la base de su comunión en su eficacia interna sobre el alma. Pero aquí, siendo visto el pecador en su pecado fuera del campo, primero era necesario sentar las bases para la posibilidad de una relación con Dios. Esto se hizo en la muerte y resurrección de Jesús. Luego, siendo lavado (la operación eficaz del Espíritu por la palabra), puede estar en relación.

Nota #4

Nótese aquí cuán claramente se establece en su totalidad el fundamento de la introducción en el nuevo lugar cristiano. La culpabilidad es satisfecha por completo, la culpa eliminada, la limpieza por sangre de todos los pecados cometidos es perfecta, y el Espíritu Santo es dado, dando competencia para todo lo que estaba por venir. El hombre se paró, para aplicar la figura, personalmente en terreno cristiano. La ofrenda por el pecado y el holocausto van más allá, por lo tanto, solo la ofrenda por la culpa se usa para presentar al leproso y ungirlo.

Nota #5

El hecho de ungir a la persona viene después de la ofrenda por la culpa. Pero esta circunstancia es de importancia porque muestra que es Cristo, en lo que Él era intrínsecamente en Persona, no la demostración de poder, como para decir: "Si yo por el Espíritu de Dios echo fuera demonios, sin duda el reino de Dios ha venido entre vosotros", sino lo que Él fue en toda Su bendita vida en perfección para Dios y en amor. Esto es de lo que nos alimentamos.

Nótese aquí que lo dicho en el Versículo 18 ( Levítico 14:18 ) no quiere decir, temo, que el aceite en sí hiciera expiación, sino la ofrenda por la culpa, porque es la sangre la que hace expiación por el alma. Pero no es menos cierto que el hombre no estaba allí hasta que fue ungido con el aceite; ni es un hombre en corazón y conciencia delante de Dios hasta que ha recibido el Espíritu Santo, aunque la tierra y la medida de todo sea la sangre con la que es rociado. Es lo mismo en el Verso 29 ( Levítico 14:29 ). Mira lo que sigue.

Nota #6

Esta diferencia es importante, y muestra cómo puede detenerse la obra del pecado, y corregirse los deseos y la voluntad, y en cierto sentido los afectos, pero la conciencia aún no ha sido restaurada; por tanto, no se ha restablecido aún la comunión, ni la bienaventurada confianza y los afectos fundados en ella.

Continúa después de la publicidad