Números 14:1-45

1 Entonces toda la congregación gritó y dio voces; el pueblo lloró aquella noche.

2 Todos los hijos de Israel se quejaron contra Moisés y Aarón; toda la congregación les dijo: — ¡Ojalá hubiéramos muerto en la tierra de Egipto! ¡Ojalá hubiéramos muerto en este desierto!

3 ¿Por qué nos trae el SEÑOR a esta tierra para caer a espada? ¿Para que nuestras mujeres y nuestros pequeños sean una presa? ¿No nos sería mejor volver a Egipto?

4 Y se decían unos a otros: — ¡Nombremos un jefe y volvámonos a Egipto!

5 Moisés y Aarón se postraron sobre sus rostros delante de toda la asamblea de la congregación de los hijos de Israel.

6 Entonces Josué hijo de Nun y Caleb hijo de Jefone, que estaban entre los que habían ido a explorar la tierra, rompieron sus vestiduras

7 y hablaron a toda la congregación de los hijos de Israel, diciendo: — La tierra por donde pasamos para explorarla es buena en gran manera.

8 Si el SEÑOR se agrada de nosotros, nos introducirá en esa tierra. Él nos entregará la tierra que fluye leche y miel.

9 Solo que no se rebelen contra el SEÑOR ni teman al pueblo de esa tierra, porque serán para nosotros pan comido. Su protección se ha apartado de ellos, mientras que con nosotros está el SEÑOR. ¡No les teman!

10 Entonces toda la congregación habló de apedrearlos. Pero la gloria del SEÑOR se dejó ver en el tabernáculo de reunión ante todos los hijos de Israel.

11 Entonces el SEÑOR dijo a Moisés: — ¿Hasta cuándo me ha de menospreciar este pueblo? ¿Hasta cuándo no me ha de creer, a pesar de todas las señales que he hecho en medio de ellos?

12 Yo lo heriré con peste y lo desalojaré, y haré de ti una nación más grande y más fuerte que ellos.

13 Pero Moisés respondió al SEÑOR: — Luego lo oirán los egipcios, porque de en medio de ellos sacaste a este pueblo con tu poder.

14 Y lo contarán a los habitantes de esta tierra, los cuales han oído que tú, oh SEÑOR, estás en medio de este pueblo; que te dejas ver cara a cara, oh SEÑOR, y que tu nube está sobre ellos. Han oído que tú vas delante de ellos, de día en una columna de nube, y de noche en una columna de fuego.

15 Pero si tú haces morir a este pueblo como a un solo hombre, entonces las naciones que han oído de tu fama dirán:

16 “Porque el SEÑOR no fue capaz de introducir a ese pueblo en la tierra que les prometió con juramento, por eso los mató en el desierto”.

17 Ahora pues, sea engrandecido el poder del Señor, de acuerdo con lo que has hablado diciendo:

18 “El SEÑOR es lento para la ira y grande en misericordia. Él perdona la iniquidad y la rebelión, pero de ninguna manera dará por inocente al culpable. Castiga la maldad de los padres sobre los hijos, sobre la tercera y sobre la cuarta generación”.

19 Perdona, pues, la iniquidad de este pueblo según la grandeza de tu misericordia, como lo has perdonado desde Egipto hasta aquí.

20 Entonces el SEÑOR dijo: — Yo lo he perdonado, conforme a tu palabra.

21 Sin embargo, vivo yo, y la gloria del SEÑOR llena toda la tierra,

22 que de los que vieron mi gloria y las señales que hice en Egipto y en el desierto, y que me han puesto a prueba ya diez veces y no han escuchado mi voz,

23 ninguno verá la tierra que prometí con juramento a sus padres. Ninguno de los que me han menospreciado la verá.

24 Pero a mi siervo Caleb, por cuanto ha demostrado un espíritu diferente y me ha seguido con integridad, yo lo introduciré en la tierra a la que él fue, y su descendencia la tendrá en posesión.

25 Ahora bien, puesto que los amalequitas y los cananeos habitan en el valle, vuelvan mañana y marchen al desierto, rumbo al mar Rojo.

26 Entonces el SEÑOR habló a Moisés y a Aarón diciendo:

27 — ¿Hasta cuándo he de soportar a esta perversa congregación que se queja contra mí? ¡Yo he oído las quejas que los hijos de Israel hacen contra mí!

28 Diles: “¡Vivo yo, dice el SEÑOR, si no hago con ustedes conforme a lo que han hablado a mis oídos!

29 En este desierto caerán sus cadáveres, todos los que fueron contados en su censo, de veinte años para arriba, y que han murmurado contra mí.

30 A la verdad, no son ustedes los que entrarán en la tierra por la cual alcé mi mano jurando que los haría habitar en ella, con la excepción de Caleb hijo de Jefone y de Josué hijo de Nun.

31 Pero a sus pequeños, de quienes dijeron que serían una presa, a ellos yo los introduciré, y ellos conocerán la tierra que ustedes han despreciado.

32 En cuanto a ustedes, sus cadáveres caerán en este desierto.

33 Sus hijos andarán errantes en el desierto durante cuarenta años. Ellos llevarán la paga de las infidelidades de ustedes hasta que sus cadáveres sean consumidos en el desierto.

34 Conforme al número de los cuarenta días en que exploraron la tierra, cargarán con sus iniquidades durante cuarenta años: un año por cada día. Así conocerán mi disgusto”.

35 Yo, el SEÑOR, he hablado; ciertamente esto haré a toda esta perversa congregación que se ha reunido contra mí. En este desierto serán consumidos, y aquí morirán.

36 Los hombres que Moisés envió a explorar la tierra y que de regreso hicieron murmurar contra él a toda la asamblea, desacreditando aquella tierra,

37 esos hombres que habían desacreditado la tierra murieron delante del SEÑOR, a causa de la plaga.

38 Pero Josué hijo de Nun y Caleb hijo de Jefone quedaron con vida entre aquellos hombres que habían ido a explorar la tierra.

39 Moisés dijo estas cosas a todos los hijos de Israel, y el pueblo se afligió mucho.

40 Después se levantaron muy de mañana para subir a la cumbre del monte, diciendo: — Henos aquí, vamos a subir al lugar del cual ha hablado el SEÑOR, porque hemos pecado.

41 Pero Moisés dijo: — ¿Por qué traspasan el mandato del SEÑOR? Esto no les saldrá bien.

42 No suban, porque el SEÑOR no está entre ustedes. No sean derrotados delante de sus enemigos.

43 Pues los amalequitas y los cananeos están allí ante ustedes, y caerán a espada. Porque han dejado de seguir al SEÑOR, por eso el SEÑOR no estará con ustedes.

44 Sin embargo, se atrevieron a subir a la cumbre del monte, aunque ni el arca del pacto del SEÑOR ni Moisés se movieron de en medio del campamento.

45 Entonces descendieron los amalequitas y los cananeos que habitaban en aquella región montañosa, y los hirieron y los destrozaron hasta llegar a Horma.

El siguiente comentario cubre los Capítulos 13 y 14.

Luego, la tierra placentera es despreciada. Llamaré aquí la atención del lector sobre algunos puntos mencionados sobre este tema en otras partes de la Biblia. [1] Jehová ha traído al pueblo a los confines de la tierra; Moisés les dice que suban. El pueblo propone enviar espías; Moisés consiente. Parece que tenían la sanción de Dios, porque fueron conforme a la palabra del Señor. Pero esta petición fue motivada por la debilidad y la incredulidad del pueblo.

Hay muchas cosas mandadas por Dios, y que estamos obligados a hacer en cuanto son objeto de un mandato suyo, en cuyo resultado se manifiestan sus caminos, que, sin embargo, se deben únicamente a nuestra falta de fe. . La consecuencia de ello es que el resultado confirma abundantemente la fe de los fieles, del remanente; pero la incredulidad recoge lo que ha sembrado. Así es en este caso. Primero, el informe traído a Moisés está en un espíritu correcto; pero las dificultades se presentan inmediatamente, y la incredulidad las mide con el hombre, en lugar de con Dios.

Entonces los testigos sacan sus palabras de los sentimientos de la gente, y expresan un juicio fundado en su incredulidad. Habiéndose así completamente apartado en su corazón del Señor, y caído en la corriente de la incredulidad del pueblo, por su propia cuenta, ellos desmienten las convicciones que habían formado cuando gozaban de la vista de la bondad de Jehová, y vienen a declarar que la tierra incluso es malo, y terminan por justificarse quejándose de Dios.

Porque ahora ya no es Moisés quien los ha traído aquí, es Dios mismo; ellos lo acusan de ello. Además, no pueden contener su ira contra aquellos cuyo fiel testimonio condena su incredulidad.

¡Cuán a menudo sucede que las dificultades que provocan la incredulidad del corazón conducen a hablar mal de la posición a la que hemos sido llamados divinamente, y de la cual una vez gustamos la bienaventuranza! Todo fluyó del olvido de Dios: ¿Era Él un saltamontes, en comparación con los hijos de Anac? ¿Qué importa si los muros son altos, si se derrumban al toque de un cuerno de carnero? Pero ahora Dios mismo interfiere.

Serán tratados según su fe; perecerán en el desierto, según su deseo. Sólo los fieles y los niños serán traídos a la tierra; pero no sin sufrir, en su marcha, las consecuencias de la incredulidad de la masa. Sin embargo, otras esperanzas y otros consuelos serán su porción.

El efecto de la intercesión de Moisés es obtener de Dios que el pueblo se salve; pero esta es Su declaración: Él será glorificado en juicio sobre un pueblo rebelde que desprecia las promesas, y la tierra será así llena de Su gloria . Moisés apela aquí a la revelación del nombre de Jehová, sobre qué base Él gobierna al pueblo, y no a las promesas hechas a los padres; y la respuesta que recibe está de acuerdo con ese nombre.

Caleb prefigura el remanente fiel; No se nombra a Josué ( Números 13:24 ), pues representa a Cristo introduciendo al pueblo en la tierra prometida.

Al final de los cuarenta años, Caleb se vio obligado a someter, nombre por nombre, a las mismas personas que habían llenado de terror las almas de los espías. La incredulidad, cuando a pesar de ella debemos gozar de los efectos de la promesa, no nos hace escapar de las dificultades. En fin, cuando hemos juzgado la locura de la incredulidad, y vemos las consecuencias de ella, de nada sirve, por estas últimas, emprender una obra. Dios no está con nosotros; y, si persistimos en subir, encontraremos al enemigo tal como nuestra incredulidad nos lo ha representado.

Nota 1

Ver Deuteronomio 1:20-23 .

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