13. Y toda la gente. Él deduce del objeto de la promulgación por qué los orgullosos despreciadores (de los sacerdotes) no deberían ser salvados; los castigos tienen referencia a un ejemplo común, mientras que, por otro lado, la impunidad es un cebo para pecar, y la enfermera del libertinaje desenfrenado. Y, seguramente, cuando Él ordena que todo el pueblo se inspire con terror, es una pista de que, a menos que se corrija la presunción, y que los audaces y los malvados sean restringidos por una disciplina severa, se les abrirá la puerta para destruir la Iglesia.

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