9. Sepa, por tanto, que el Señor tu Dios, él es Dios. El verbo (220) podría haber sido traducido correctamente en el tiempo futuro; y, si esto se prefiere, se hace referencia a un conocimiento experimental, como se le llama, como si hubiera dicho que Dios prácticamente manifestaría cuán fiel es un recompensador de sus siervos. Pero si la otra lectura es más bien aprobada, Moisés exhorta a la gente a que se asegure de que Dios se sienta en el cielo como Juez de los hombres, para que ambos se alarmen por el temor a su venganza y también se sientan atraídos por la esperanza de la recompensa. Sin embargo, esta declaración, (221) se adjuntó al Segundo Mandamiento, y allí se expuso; porque como está comprendido en el Decálogo, no era correcto separarlo de allí; pero como ahora se repite en la confirmación de toda la Ley, se inserta adecuadamente en este lugar. No estará mal, sin embargo, un poco anunciar lo que allí expliqué más completamente. La promesa es la primera, porque Dios elige más bien invitar a su pueblo con amabilidad que obligarlo a obedecer el terror. La palabra misericordia se combina con el pacto, para que sepamos que la recompensa que los creyentes deben esperar no depende del mérito de sus obras, ya que necesitan la misericordia de Dios. Podemos, sin embargo, resolver así la frase: guardar el pacto de misericordia, o el pacto fundado en la misericordia, o la misericordia que él pactó.

Cuando se requiere de los creyentes que deben amar a Dios antes de guardar Sus Mandamientos, se nos enseña que la fuente y la causa de la obediencia es el amor con el que abrazamos a Dios como nuestro Padre. Con respecto a las "mil generaciones", es mejor que nos refiramos al Segundo Mandamiento, porque es un punto que no se puede apresurar en pocas palabras.

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