17. Y cuando Joshua escuchó el ruido de la gente Esto se presenta para informarnos cuán intensamente la gente se enfureció en su adoración demente del ternero, ya que sus gritos eran escuchado desde lejos. Es así que el diablo embruja a los pobres hombres miserables, de modo que disolver el libertinaje con ellos es un ardor piadoso. Así que no hay nada demasiado vergonzoso o abominable para complacer a los gentiles, a fin de que puedan probar que no omiten nada que pueda apaciguar a sus falsos dioses. Tampoco se puede dudar de que, bajo el pretexto del celo sagrado, los hombres supersticiosos dan paso a las indulgencias de la carne; y Satanás provoca sus modos de adoración ficticios con tales atracciones, que son atrapadas y retenidas obstinadamente y con entusiasmo. Surge de la solicitud de Joshua por la gente que él considera que es el grito de la batalla; mientras Moisés, (340) habiendo sido informado por Dios, conjetura que no es la voz de los hombres que luchan, ya que no emiten ningún grito para corresponder con las exhortaciones de los conquistadores, ni hay ningún sonido como el lamento de los conquistados.

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